martes, febrero 24, 2009

Una democracia chuzada

Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*

Por escándalos más inocuos, se han caído gobiernos más conspicuos en el mundo. Hace unos años frente al televisor, con tono paternal, sinceramente dolido y convencido el Presidente Uribe dijo que era capaz de meter las manos al fuego por el recién acusado e investigado jefe del Das, Jorge Noguera. “Ese no es sino un buen muchacho” –sostuvo-; yo me he alojado en su casa, conozco a su esposa”. Al final de la defensa, estaba uno moquiando y arrepentido de haber tenido una mal pensamiento en contra de ese buen muchacho.

Pero a la postre, el lazarillo y buen samaritano, resultó acusado de suministrar información a grupos paramilitares de la Costa sobre la ubicación de sindicalistas que aparecían después muertos. También se vió acusado por alteración de cifras electorales que favorecieron al Presidente Uribe en el Magdalena Medio. Pero el escándalo no fue suficiente para que al gobierno lo sacudiera una leve brizna.

La noticia de los falsos positivos de Soacha, fue otra de esas falacias infames con las que oposición suele golpear al gobierno. Se empezaron a rumorar mucho tiempo atrás hasta que el peso de los hechos fue tan contundente que el gobierno tuvo que reconocerlos. El Presidente como Comandante en Jefe, por supuesto, quien había desatado una especie de fiebre entre las fuerzas armadas por los reconocimientos económicos y honoríficos, sacó el cuerpo olímpicamente y se desatendió del asunto, el cual endosó en su ministro de Defensa.

Otra vez, y de nuevo, el gobierno se mantuvo incólume, aunque el hecho fuera registrado internacionalmente como grave y lesivo contra los derechos humanos, propio de un régimen de terror, en contra de muchachos de extracción humilde. Fue suficiente la ofrenda de algunos oficiales en la Fuerzas Armadas en la pira del sacrificio que como chivos expiatorios purgaron la culpa.

Mientras los colombianos estamos expuestos a todos los riesgos de seguridad, el ministro de defensa opta por enviar a sus hijos a sus sitios de veraneo en helicópteros del Estado. Lo cual demuestra dos cosas: que la seguridad democrática es una cañazo y no garantiza ni siquiera que los hijos del ministro se puedan desplazar como cualquier parroquiano en chiva por las autopistas del país. Y dos: que no hay rubor, ni pudor ni vergüenza para gobernar y usar los recursos del Estado en beneficio personal.

Algún presidente gringo, por menos, sonrojado y lacrimoso, presentaría su renuncia frente a la televisión y de cara a toda la opinión pública. Las recientes y reincidentes chuzadas a teléfonos de miembros de la oposición, magistrados, periodistas, intelectuales, etc. son como pequeños “watergates”, recurrentes y de temporada que prácticamente se volvieron gajes del oficio del ejercicio de esta democracia. Pero aquí nadie pone la cara, a no ser funcionarios de medio pelo, de cuarto nivel y sin responsabilidad política en el gobierno.

Claro que el cinismo corre parejo, pues por lo lados de las Farc, se reconoció como suficiente razón para violar el derecho sagrado a la vida de los pueblos indígenas la condición de ser “informantes”. Son los hechos que refuerzan y otorgan miles de razones al país del sagrado corazón, de tendencia profundamente conservadora, autoritaria e hipócrita y que considera de muy mal gusto a la guerrilla o cualquier cosa que huela a izquierda.
*Docente Unillanos

martes, febrero 03, 2009

Perspectiva al otro lado de una bala

Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*

Lo que pretenden las dictaduras básicamente es la imposición de una sola idea, la proclamación de un solo pensamiento y tienen su vecindad y fuente en el pensamiento dogmático y ecuménico de las religiones. En ese sentido, una y otra, la idea religiosa y las dictaduras políticas sacralizan su discurso, lo elevan a condición unanimidad y lo declaran incuestionable, siendo incapaces de admitir otros puntos de vista. Para quienes expresan otros puntos de vista, se enfila un batería pesada de epítetos tales como: infieles, blasfemos, terroristas. Son la clausura de entrada a considerar la opinión del otro mediante la negación y el insulto degradante.

Su filosofía de unión y amor al prójimo solo es prodigada a quienes adjurar de otras ideas y se someten con infantil devoción a la idea proclamada y exaltada como verdad lisa y redonda.

Albert Einstein descubrió hace tiempo que todo es relativo y que las cosas dependen del punto de vista desde el que nos hallemos. Es una lección de física moderna que no ha entrado al estrecho ángulo deliberativo de las atrofiadas y anquilosadas democracias latinoamericanas. Colombia, por ejemplo. Una cosa es estar encadenado a un palo, temiendo un sobrevuelo y una ráfaga de punto treinta, y otra muy distinta, andar en ambientes perfumados y trascendentes de las oficinas del alto gobierno perfectamente seguras y salvaguardadas en tira y aflojes sobre las políticas de acuerdo humanitario, apertura de diálogos y negociaciones de paz.

Sin embargo ha podido más la presión a los medios que hace el presidente Uribe, cuando no la captación abierta de alguna cadena radial y televisiva privada, -no lo diré para que los lectores lo descubran- o el uso desmedido de los medios de comunicación del Estado para dar y machacar con su política de guerra, denominada “política de seguridad” que ha eclipsado otros puntos de vista. El unanimismo servil de sus ministros, la renuncia de la mayoría legislativa del Congreso para deliberar sobre políticas de paz y acuerdo, y la omisión de los sectores económicos a abrir y convocar otros espacios de opinión, ha terminado por imponer una sola idea, cerrando el espacio al libre examen de múltiples puntos de vista y la deliberación de posiciones discordantes que nos permita construir acuerdos.

El ex gobernador del Meta, Alan Jara Urzola, trajo de su amargo y prolongado cautiverio otros puntos de vista:

1. La falta de inclusión social es una fuente para que la guerrilla y los ejércitos irregulares de este país se nutran de jóvenes.
2. La apuesta decidida del gobierno esta por la guerra y no por la paz y por encima de la integridad y vida de los colombianos.
3. La guerrilla no es un ente derrotado lo cual debe llevar a la búsqueda de soluciones negociadas.

Lo que trajo el ex gobernador del Meta a la opinión de país fue diversidad y variación de las ideas. En una y otra parte se ha dicho: lo que más conviene a la democracia es la diversidad ideológica y no el unanimismo. En palabras de Llinás: “la homogenización del pensamiento, a su vez, homogeniza la sociedad, perspectiva bastante sombría (…)" ya que la homogeneidad disminuye la variación, la cual es la clave de la supervivencia.

Finalmente, si la Constitución Política viene a representar una conciencia colectiva del pueblo de Colombia, el mandato que emana de ella a un presidente es garantizar lo que ella expresa de primera manera y de forma esencial: la prevalencia de la vida, y no de la guerra.
*Docente Unillanos