martes, mayo 26, 2009

La “i” de Nayib

Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*


Tiene uno que llamarse Donaldo para defender a un tipo que se llame Cleóbulo. Para los que no saben quién es Cleóbulo, lo aclaro: es un muñeco de ventrílocuo, peinado con gomina, perteneciente al mundo del espectáculo que suele presentar una sección en Caracol dedicada al lenguaje. Es decir, es un muñeco del mundo del entretenimiento, una figura de los medios, a los cuales describe el profe Nayib como “gigantes de la mentira” que nos tienen acostumbrados con “la cotidianidad de sangre y babas”. Pero, no obstante, reconoce él mismo: “Que hoy día, al menos en un fragmento de noticiero haya una preocupación por el buen hablar, es una inmenso logro”. ¿Cómo así? ¿Gigantes de la mentira, cotidianidad de sangre y babas dictando desde los medios cátedra al mundo académico?

Intentaré expresar algunas cosas tratando de rescatar precisamente el nivel académico que resultó tan lesionado en el texto de Nayib, salpicado de tanto adjetivo, expresiones insultantes y dicterios, no solo en mi contra, sino contra estudiantes, periodistas, conductores, dignos comerciantes de plazas de mercado, profesores, abogados y políticos, que según el profesor Nayib, somos todos un cuerpo de “gaminería” que solo habla “babosadas”, nos expresamos como “peones” y apenas hablamos como podemos.

En lo que específicamente me corresponde me trató de: “soñador”, “irrespetuoso”, “ingenuo”, “moderno”, “postmoderno”, “sectario”, “torpe”, “jetiduro”, fútil usuario de “carreta etno-socio-inter-lingüística” que busco enredar al mundo con la “insipidez seudointelectual” y “participativa” de lo que llaman estar “in”.

Esto último porque cité tres autores “nuevos” que estudian el lenguaje bajo otras perspectivas diferentes a la gramática: Rodolfo Llinás, Humberto Maturana y Teum Van Dijck, que según el profesor Nayib, son expresión de simples “modas que igualmente estarán en desuso dentro de poco como simples productos de los enredos teóricos y conceptuales con que se atrapa mucho tercermundista”.

Al final, me referencia como “querido Otto”, después de tratamiento injurioso, y una vez descargada toda una batería de insultos. Seguramente es un tratamiento de delicadeza para cerrar con broche un texto donde descuella el denuesto y el tratamiento degradante por haber expresado en una Parresia, “hable mal, pásela bien”, un pensamiento que contradecía su concepción del lenguaje sin haber pensado yo previamente contrariar sus convicciones.

En concreto me quiero referir a:

1. La afirmación del profe Nayib, de que: “Una cosa es la lingüística y otra la gramática” es inconsistente.
Ningún lingüista, en ninguna parte del mundo, de ninguna universidad validará una afirmación de ese calibre. La Gramática es el estudio de las reglas y principios que regulan el uso de las lenguas y la organización de las palabras dentro de una oración. También se denomina así al conjunto de reglas y principios que gobiernan el uso de un lenguaje determinado; así, cada lenguaje tiene su propia gramática. La gramática es parte del estudio general del lenguaje denominado lingüística.
2. Durante cuatro años me apliqué al estudio de la gramática del griego, del latín y del castellano en la Universidad Nacional de Colombia. Nunca supe hasta ahora que el lenguaje tuviera dos niveles: “Bien sabemos- cita Nayib- que en el lenguaje hay dos niveles: uno de uso y otro de corrección”. Los únicos niveles del lenguaje de los que he sabido son: Nivel fonético-fonológico; nivel sintáctico-morfológico; nivel léxico-semántico y nivel pragmático. Es más, plantea el profesor Nayib un “intríngulis” que va contra toda lógica: “Si en el de uso cotidiano hay incorrección pues esta se propaga sin que lo notemos”. (???). “Sin que lo notemos…” Y entonces, ¿cómo diantres lo vamos a saber?
3. Es discernible, en el uso que hace el profesor Nayib, que en términos lingüísticos, no diferencia “lenguaje”, “lengua” y “habla”. Siendo el uno la capacidad para comunicarnos, no exclusivo de los seres humanos objeto propio de la lingüística como disciplina general; y el otro, la lengua o sistema, representado en las gramáticas de los diferentes idiomas. El último, el habla es la realización o ejecución de la lengua y no está sujeta a reglas de orden gramatical, sino lingüísticas, como la pretensión de una mayor comunicación con un mínimo de esfuerzo. De carácter universal y que rige para los diferentes idiomas. Lo que podríamos llamar la búsqueda de todo usuario de la economía con la máxima eficiencia en el uso del lenguaje. Por eso el profesor Nayib, cree que en general la gente habla mal. Porque mide con un criterio o regla que no es la adecuada o indicada.
4. Ojala quede claro, que el lenguaje opera desde el habla a las gramáticas y no al contrario. Es decir, ningún pueblo o nación habla como dictan las gramáticas o las academias. Hablan de manera libre en un marco auto regulado para controlar la desviación y garantizar la comunicación. Las gramáticas son posteriores al uso de la lengua, están subordinadas al uso del lenguaje; a lo mínimo que pueden aspirar es al registro y la descripción, no a dictar normas. Para dar un ejemplo, acudiendo a un lingüista reconocido, Walter Ogn: “Las reglas del lenguaje de computadora (su “gramática”) se formulan primero y se utilizan después. Las “reglas” gramaticales de los lenguajes humanos naturales se emplean primero y sólo pueden ser formuladas a partir del uso y establecidas explícitamente en palabras con dificultad y nunca de manera íntegra”.
5. Reiterando; los criterios de corrección y su proceso de validación lo determina el uso no la regla. En un futuro, la Real Academia, tendrá que aceptar y usar en su flamante diccionario expresiones como “sisas” y “parce” que se hayan popularizado y otras que se detestan, porque la lengua se renueva a diario, es un cuerpo vivo que evoluciona y mal pueden los gramáticos que huelen a polilla y respiran nostalgia, fijarla y someterla a su real gana. Son precisamente los sectores mayoritarios y que se desprecian, los que vigorizan y jalonan el lenguaje. No al contrario. No sé si me admita citar a Foucault. No tengo complejo de tercermundista: “lo nuevo no procede de una sociedad de discurso, ni de un centro académico, sino “del afuera” de los ordenamientos vigentes en el saber de una época”. Me refiero a la marginalidad, lo excluido, la anormalidad, etc.
6. De alguna forma, el ejercicio literario lucha en un acto creativo por escapar a las normas y el constreñimiento del lenguaje cotidiano. En sus calidades está absolutamente alejado el lenguaje científico y refuta el saber gramatical. Gramáticos y poetas no suelen llevarse bien. Cleóbulo, por ejemplo, dijo hace poco en entrevista para El Espectador, el pasado viernes 24 de abril que “García Márquez puede ser un gran escritor pero no gran gramático, ni siquiera buen ortógrafo”. Uf!!! Gracias a Dios. La providencia es muy sabía y supo llevar los pasos de Gabo hacia la literatura y en contra de la Gramática.
7. Finalmente, verificando inconsistencias que evidencian un vacio en el saber disciplinar sobre el lenguaje, es preocupante la falta de capacidad para relacionar hechos aparentemente inconexos como los estudios gramáticos en Colombia y la redacción de la Constitución de 1886, a cargo de un político y gramático reconocido, como don Miguel Antonio Caro, uno de los mayores soportes de Rafael Núñez.
8. Igual, causa desazón, como parte de una comunidad académica, la recusación y el rechazo a otros miembros reconocidos de la academia del mundo percibidos como descrestadores de tercermundista-, que han probado sus teorías y trabajos en el debate de científico de las ciencias sociales, llamando a su uso e interlocución, “simples modas”, “enredos teóricos y conceptuales” y “palabrejas ancladas en la carreta”.
Hasta donde he sabido: “El conocimiento posee una dimensión universal que lo hace intersubjetivamente cambiable y en consecuencia, configurador de una cultura propia de la academia.” J. Virgilio Niño.
9. Lamento de nuevo lo que dice sobre los periodistas: “grilletes en la lengua se debería poner a tanto periodista torpe que anda suelto por ahí divulgando barbaridades, no solo ideológicas, sino gramaticales, dignas de un estudio neurolingüístico a cargo del doctor Llinás”, pero le aclaro de nuevo: Llinás y sus estudios de nuerociencia –no neurolingüística- , ni estudia desordenes ni patologías a nivel cerebral, sino el funcionamiento del cerebro a nivel neuronal y su relación con el lenguaje, por lo cual es inapropiado enviar a los periodistas que difieren de su opinión con este neurocientífico. Más apropiado y básico, sería un psiquiatra.
*Docente Unillanos

martes, mayo 12, 2009

El país a la espera de vacuna antivariolosa

Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*


Hace 226 años, en 1783, un año después de la revuelta de los comuneros, el virus de la viruela hacía estragos en Santa Fe de Bogotá, Lima, Quito y Nueva España. La malsana enfermedad llenaba de pústulas el cuerpo de hombres y mujeres y causaba malformaciones y cegueras; si una pústula reventaba en la pupila del ojo, por ejemplo, se perdía la vista. La gravedad estuvo en sus proporciones: para un villorrio con 15.000 habitantes del momento, el 60% la padecieron y al menos el 20% murieron a causa de ella, unos 3.00o habitantes.

Aquellos que sobrevivían, llevaban de por vida en sus rostros y brazos los duros vestigios de la enfermedad, que los marcaba para siempre. Es muy fácil comprender el grado de angustia y sufrimiento que causó la viruela. Muchos atribuyeron la causa de este azote a la revuelta de los comuneros y a su acto supremo de desobediencia en contra del Rey, mientras los miembros de algunas órdenes religiosas llamaban a las iglesias a orar y pedir perdón.

El hombre en cuestión y con los conocimientos para salir adelante en semejante trance, no pudo ser otro que el médico y botánico José Celestino Mutis. Convocado por el virrey Caballero y Góngora le fue encomendada la misión de mirar los medios para detener la enfermedad. Mutis tenía idea del procedimiento de una vacuna, la cual, siendo una inoculación del virus rezagado de la misma enfermedad en personas sanas, resultaba paradójica y contradictoria. Hicieron la prueba en una india pero, sin los medios de hoy para monitorear el proceso, la paciente murió y el procedimiento cayó en el desprestigio. Era necesario traer una vacuna desde Europa.

Mutis escribió de manera urgente a su sobrino Sinforoso, que se hallaba en Londres y le instruyó de manera cuidadosa, suministrándole los contactos necesarios para que hallara en Francia la vacuna contra la viruela. Tuvo la suerte de conseguirla y de enviarla con gran cuidado. Pero una travesía de mes y medio hasta llegar al puerto de Cartagena, hizo que esta llegara descompuesta y sin utilidad para ningún fin.

No solo de este virreinato de Nueva Granada, sino del Perú y Nueva España, se solicitó a la Corona alguna ayuda y socorro en contra de la enfermedad, que diezmaba la población y hacía estragos en todos los órdenes.

No hubo otra forma ni modo de enviar el germen de la vacuna de la viruela, sino vivo y activo hacia América usando cuerpos humanos como empaque. El 30 de diciembre de 1783 zarpó de la Coruña un bergantín de nombre María de Pita con una expedición de 22 niños, bajo la tutela los médicos José Salvan Lleopart y Francisco Javier Balmis. Dejaron el puerto atrás para enfrentar el Atlántico, pasar a lado de las Canarias y adentrarse en el profundo océano. Uno a uno a cada niño y según su turno, se le fue inoculando la vacuna de la viruela en su brazo. Con los días y cuando el menor iba saliendo del trance, se le aplicaba a otro niño y así iba viajando la vacuna preservada y efectiva hasta que llegase a América. Cuando el barco llegó a las Antillas, los niños se fueron repartiendo, y con ellos, repartiendo la vacuna.

Los niños que llegaron a este reino, sufrieron un revés entrando a la bahía de Cartagena y casi se ahogan. Estuvieron perdidos varios días en la costa selvática pero al final, hallaron el camino y llegaron al puerto. A partir de allí, donde llegara la vacuna, se buscaban de nuevo niños y se les vacunaba. Igual, en cada población, se establecieron una especie de Juntas Antivariolosas que se encargaba de ir rotando el virus para mantener activa la vacuna, como si preservaban un fuego de tribu.

“Que llegara la vacuna a estas tierras -escribió José Celestino Mutis-fue una bendición y una buena acción de gobierno de nuestro soberano Carlos IV.”

*Docente Unillanos