miércoles, junio 24, 2009

¿Qué hacer con tanto libro de ex secuestrado?

Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*
Creo que la literatura colombiana actual se está abriendo a codo limpio pero va perdiendo la pelea en contra de una narrativa coyuntural pero de mayor demanda comercial: la de post secuestro. Si no se tiene el aval de un gran premio internacional y su consecutiva prensa y difusión, se está ad portas de sucumbir ante una literatura de catarsis, de chisme de lavanderas y destape de sábanas. Haciendo un parangón, vienen a ser como los realitys televisivos. La cotidianidad de violencia y hondura del conflicto colombiano, pasa a primer plano en una envoltura de superficialidad y carencia.
La industria editorial y la piratería de libros callejeros en Colombia le deben más a las Farc que al talento personal y los ejercicios de talleres literarios del país. Si hace uno años el único saldo trágico de un secuestro era la flagrancia y el reconocimiento de un delito de lesa humanidad, hoy pasa a ser simple secuela y apostillas de una sala de belleza.
La revista Semana, en su momento reseñó el libro de Clara Rojas, “Cautiva” en estos términos: “Destila gotas de resentimiento con sus compañeros de cautiverio”.
Igual, la publicación que hicieron los tres gringos: Marc Gonzalves, Thomas Howes y Keith Stansell, “Fuera de cautiverio”, para sacarse en clavo de Ingrid Betancur que los vilipendió y trató con desprecio, encendió una riña de pareja que los tiene paseándose por tribunales y medios con su ex, Juan Carlo Lecompte, donde se acusan mutuamente de infidelidad y consumo de drogas. Recurso natural al que debieron recurrir para mitigar el dolor constante de un secuestro: la una, hacer el amor furtivamente, y el otro, consumir droga.
Lucy Artunduaga, la matrona y señora esposa de Jorge Eduardo Géchem Turbay, publicó un libro después de que este tomó la decisión de separarse de ella y lo tituló de manera perfumada y rosa: “Los amores que el secuestro mata”. Incurrió en un pecado, por lo que creo que vendió muy poco: era oportunista y vengativo, pues ella no estuvo directamente secuestrada y su maquinaria creativa estuvo estimulada al parecer sobre todo por la tusa o el despecho.
Yo no creo que el secuestro o la cárcel, no sea una situación aunque precaria y traumática, auspiciadora para escribir libros. “El Quijote”, por ejemplo, pudo ser fruto en parte un canazo de Cervantes. Pero es que su autor llevaba adelantado el cuaderno de la creación literaria que combinaba, a la usanza de los tiempos, con el ejercicio bélico. Y escribió sobre otro asunto, no el de su cautiverio.
Pero que nos esperen más libros de un delito atroz y que la editoriales, la prensa y conspicuos críticos y reseñistas auspicien este tipo de narrativa deja mucho que desear. Además de que la cosa suena destemplada, como el policía quimérico que interpreta canciones de su secuestro sin concierto ni nota, que lo que produce es risa y nostálgica solidaridad.

*Docente Unillanos

lunes, junio 08, 2009

¿Para qué sirve un intelectual colombiano?

Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*

Virtualmente, para nada. Despreciando otras actividades más productivas que podrían cifrarse en una vida más útil y efectiva en su contribución a la sociedad, como ser relojero, ventrílocuo, payaso, esteticista o peluquero, y otras profesiones sin pretensiones pero genuinas; porque al fin y al cabo ellos son lo que dicen ser, los intelectuales colombianos son todo lo contrario de lo que se autoproclaman. Al menos, los que han logrado serlo, no lo han sido en el país. ¿Y cómo lo van a ser en un país donde no hay ciencia, blanco de la violencia y la barbarie, sumidos en el piélago de corrupción, y sobreaguando como ratas en una inundación de inequidad social y miseria?

La carrera de los intelectuales colombianos empieza desde jóvenes, particularmente en el campo de la letras: de negro todo vestidos y con melena rebelde lo he visto, empotrados en la barra de un bar, con un par de gafitas redondas y oscuras, oteando, mirando a ver qué poetica despistada y en primicias creativas cae en sus redes. Fuman un cigarro con aire melancólico, un poco relegados del resto de la concurrencia para reforzar el misterio. Nada les cuadra, todo los fatiga y cargan en su bolsillo un ejemplar de un librito de su autoría que nadie nunca quiso comprar. Y si lo compraron, nunca lo leyeron. Sin embargo, en la familia y en el barrio les dicen el intelectual de la familia. ¡Ay, dios! ¡Qué me tengan!

Pese a todo, andan disfrazados de cisnes, cuando lo que se halla detrás de su caparazón son chulos, aves carroñeras que se acercan medrosamente a los temas que no los comprometan ni los obligue a beber la cicuta. La integridad moral que los caracterizaba ha quedado por el suelo y nos le incumbe la connivencia con los plagiarios ni los asaltantes de los derechos de propiedad intelectual. Como dice Bibi: “Aquí lo importante es aparentar”. O el “copy” y “paste”.

Los que llegan a esferas nacionales los seduce el confort de las élites que los despreciaron, el mercadeo de la literatura desechable y los círculos de cóctel con piernitas de pollo. Algunos otros tienen la tentación de ceder a los deliquios burocráticos del poder, cuando el poder mismo lo podrían construir desde su potencialidad en reposo y gatillada, pero que no se dispara.

Las esperanzas se perdieron hasta en la producción de las revistas indexadas. El nicho privilegiado donde ponen los cisnes. Según Pablo Arango, catedrático y editor universitario, “lo que uno encuentra cuando consulta esas revistas es una serie de escritos contrahechos, triviales, autocomplacientes y, desde luego, casi ninguna discusión o crítica genuinas. Quizá esto explique por qué la mayoría de estas revistas especializadas tiene tan pocos lectores –si es que los tienen”.
La autodenominación de intelectual, que otrora se pelearan escritores y científicos, -donde teníamos chance- quedó en el piso ante los escritos contundentes de una nueva camada de científicos que escriben muy bien de temas de los que están muy lejos de poder escribir la mayoría de intelectuales colombianos: “biología molecular, inteligencia artificial, vida artificial, teoría del caos, paralelismo masivo, redes neuronales, universo inflacionario, fractales, sistemas adaptativos complejos, supercuerdas, biodiversidad, nanotecnología, genoma humano, sistemas expertos, equilibrio puntuado, autómatas celulares, lógica difusa, biósferas espaciales, hipótesis Gaia, realidad virtual, ciberespacio y máquinas teraflop, entre otros”.

Nosotros, a los sumo, lo que hacemos aquí como dice Pedro René: es bolitas de popó. ¡Y arman escándalos por eso!
*Docente Unillanos