martes, octubre 13, 2015

El colapso y fin de la ciudad


Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*

La ciudad, la “pólis” como tal, es una concepción de los griegos en el siglo V a.n.e. que sumaron a la dimensión espacial de ocupación y agrupamiento el sentido político de convivencia. Habían existido asentamientos humanos de carácter urbano  4.000 años atrás, en Mesopotamia: Ur de Caldea y Babilonia, pero carecían la dimensión política fuerte, en el sentido de garantizar a todos sus ciudadanos el espacio público y la garantía de seguridad, esparcimiento y ejercicio de sus libertades públicas en un marco de igualdad.

La “polis” de la antigüedad clásica se consolidó en el renacimiento y en ella se sumó la idea de ciudad como espacio para crear y comerciar.

Sin embargo, una alternativa de ciudad, o más bien, una –no ciudad- se insinúa hoy con el desencadenamiento y expansión del comercio a todas las esferas de la actividad humana, la especulación financiera y la inversión del capital privado.

La plataforma que la impulsa es la ruptura del pacto social entre sus integrantes. Es decir, el desequilibrio, la pobreza y la inequidad de quienes concurren a ella. Ciudad es un concepto que deviene de la palabra ciudadano, en el sentido de garantía de derechos y libertades. Cuando vastos sectores carecen de ellos o tienen limitado el acceso a los bienes de capital, la ciudad se desfigura y se convierte en un espacio de tensión y agresión. Violencia diaria, cotidiana, que se expresa de una parte, en el desempleo, la miseria, el abandono, la mendicidad y niñez abandonada, etc. Tiene responsables, por supuesto. Y por otro lado, en respuesta cifrada, se manifiesta en el atraco, el robo, el asalto, la violación, el fleteo, el hurto, etc. En términos generales “la inseguridad”.

Ocasionalmente puede desencadenar en violencia explosiva, como el famoso “Bogotazo”, activado por un suceso político. Pero igual, puede surgir de la marcha de protesta, el partido de futbol o el concierto. Expresan una tensión contenida y latente.

Y aquí entra la -no ciudad- o lo que conocíamos como tal. Comienza con los ámbitos privados de resguardo, tales como el conjunto residencial, el supermercado, el centro comercial y las ciudadelas habitacionales. La casa, la vivienda que antes conectaba de manera directa con la ciudad a través de calles y parques, es sumada en bloque en conjuntos residenciales y resguardada en encerramiento. Median las porterías donde personal particular de guardia dispone ingresos y salidas con pesquisas y revisión. El poder del propietario de vivienda para recibir o rechazar visitas es transferida al personal de vigilancia a cargo. Un “no se encuentra” puede ser suficiente para negar o advertir la presencia del residente.

El comercio que se llevaba a cabo en la plaza pública, sitio de concurrencia en la ciudad de antes donde se conjugaba el escenario político, comercial y de entretenimiento es remplazado poco a poco por la oferta creciente de los supermercados y centros comerciales. De nuevo allí, la seguridad, el ingreso y salida está a cargo de particulares. El cine, el gimnasio, restaurantes, la boutique, tabernas, heladerías se trasladan allí así como los modelos de parquesito para niños con piscinas de pelotas. Son la alternativa del parque de las zonas recreativas de las antiguas ciudades.

Los nuevos espacios, que recrean de manera artificial y muerta a la antigua ciudad que latía, cumplen a cabalidad uno de sus fines principales: brindar confort, seguridad y esparcimiento mientras se consume, se compra. Se disparan así los indicadores de consumo superfluo y  felicidad de hojalata.

Lo último en la tendencia son las ciudadelas habitacionales que migran a terrenos sub urbanos. Allí, en las semillas de ciudades privadas, las no-ciudades-serán reguladas por lo privado, y en ellas habrá “gerentes alcaides” quienes regularán administración, el tráfico y la seguridad. No habrá necesidad de “elegirlos”, simplemente “promoverlos” como se hace en ámbitos empresariales. Y pagar cumplidamente la cuota de administración a perpetuidad.

Una “no ciudad” engendra un “no ciudadano” que se desplaza en vehículo particular desde su conjunto cerrado; va y viene para vivir, comprar y divertirse en centro comercial. Ocasionalmente visitará a amistades que habitan ya ciudadelas adyacentes.

Allí vivirán los que tienen acceso, ingreso y bienes en el nivel más alto. Con el tiempo serán necesarias murallas y garitas de vigilancia. Mientras, la otra ciudad que muere, herencia de los griegos y el renacimiento, agoniza en inseguridad, hacinamiento, miseria, ollas, polución, ruido ensordecedor, tráfico caótico, reguladas por administraciones de clientelas políticas corruptas que no sabían del sueño de ciudad.


*Docente Unillanos

domingo, agosto 23, 2015

RCN y CARACOL no son de los colombianos


Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*

A la complicidad de dos ex presidentes colombianos, Samper y Pastrana –dos sinvergüenzas como diría Fernando Vallejo- le debe Colombia que los colombianos no tengamos televisión, y ésta haya sido endosada al capital privado que prospera en contubernio con el poder político, férreamente acaparado por la élite financiera del país. La televisión de RCN y CARACOL, que nos han hecho creer nuestra, no es más que un ejemplo de concentración y predominio hegemónico de la información, invisibilizadora de temas y actores sociales y comunitarios; ejecutora de operaciones de distorsión y desfiguración informativa; agente de enajenación, estandarte de antivalores y promotor de la cultura mafiosa y prostituida  que irriga a toda Colombia.

Cifrada en realitys, informativos, seriados mafiosos, crónicas de asesinos, emisión de telenovelas, cubrimiento extenuante de eventos deportivos masivos y embrutecedores, y amplias franjas de farándula, han fraguado el clima cultural de país y, con su emisión diaria y persistente, han configurado una realidad virtual donde se mueven los colombianos.

La fase de ascenso y consolidación de esta televisión pasó por la masacre en 1998, entre los gobiernos de Samper y Pastrana, de  22 programadoras de televisión que garantizaban antes la diversidad y pluralidad informativa: RTI, Colombiana de Televisión, Punch, Jorge Enrique Pulido Televisión, Jorge Varón Televisión, JES, etc., que emitían a través de Inravisión, órgano del Estado. Según una investigación llevada a cabo por El Tiempo, “dos años después de haber iniciado operaciones, los privados acapararon el 80 por ciento de la audiencia y de la pauta publicitaria. Las pequeñas programadoras –esto lo debió suponer los gobiernos que impulsaron la privatización- entraron en concordato y otras pagaron sus deudas y entregaron sus espacios.

Los sacaron por la vía de una avasallante y superior competición.

La alternativa, sin infraestructura, cubrimiento limitado, sin calidad ni presupuesto, ha corrido por cuenta de los canales regionales, sometida a los tentáculos del poder político regional. En el caso nuestro, con el caso de Chamorro Televisión, se ha caído en el cambalache y la expresión de más baja calidad en términos televisivos. Al parecer, más como empresa particular que comunitaria.

Y en la vía para los que pueden pagar, Tv Cable y Direct TV, con acceso a canales internacionales, caen en la órbita estadunidense, que emite para Latinoamérica una programación basada en futbol, programas de cocina, suedo ciencia, seriados de crimen, con parrilla sobre extraterrestres, canales religiosos, realitys vulgares, mercadotecnia y emisión infinita y a perpetuidad de Los Simpson y Futurama.

En estos términos, como lo explica Germán Rey, la acción y el discurso de un sujeto social o individual, esta mediada por lo que se ve y escucha en los medios. Va uno hablar de economía, orden público, política, cultura, etc., y lo que encuentra son sujetos con la mollera distorsionada y aplastada por el modelado que infringen los medios de comunicación –antes exclusividad de la iglesia- repitiendo una y otra vez el discurso de los medios.

Tal vez lo única que se salva de semejante debacle sea Señal Colombia. Televisión limpia, constructiva, formadora, incluyente que pocos colombianos ven.


*Docente Unillanos

Humano, demasiado humano.

jueves, abril 23, 2015

Los brujos de la tribu














“…que el efecto no sea maravilloso extingue la magia
                                   Wikipedia


¿Cómo se relaciona un viejo chamán, la ciencia, la magia y los artistas?

En cierta forma, la sabiduría  y el arte consiste en ver más allá de lo que todos ven. Es descubrimiento, revelación, contemplación y mirada de “algo” que  los demás pasaron desapercibido.  Capacidad para penetrar en abismos o develamiento de secretos. Los instrumentos básicos que potenciaron la ciencia se relacionan con la capacidad de ver, hacia los mundos más pequeños (microscopios), o hacia el orbe del Universo (telescopios). Buena parte del desarrollo de la ciencia se relaciona con el desarrollo de instrumentos de observación.

Un chamán, la ciencia, la magia los artistas trabajan con la mirada.

No importa la técnica que usen, todos logran mirar de manera potente. La ciencia fija la mirada propia de occidente, con la racionalidad clásica que fundaron los griegos. Más allá de los sentidos, establecieron una forma de mirar el mundo, de contemplar la realidad. En grado extremo, es lo que logra hoy en día la ciencia, sofisticada en instrumentos.

El arte difiere en la forma de ver a la ciencia, pero igual, es mirada inédita, compuerta a otra realidad a la cual es incapaz en principio de acceder la ciencia. Es la mirada de la magia. Es decir, la obra artística tiene de algún modo una dimensión mágica, un algo inexplicable.

La literatura de García Márquez fue calificada de “realismo mágico”; nada más contradictorio. Es decir, el arte hace posible la conjunción de dos mundos que se niegan uno al otro. Para la ciencia, la imposibilidad explicativa y lógica de los hechos  que produce la magia, la hacen irrelevante, insustentable. Para la magia, el mundo de la vida cotidiana no es real. Solo el arte, tendría la capacidad de unirlos.

En “Viaje a Ixtlan”, Castaneda hace decir a Don Juan Matus, su brujo mentor, algo muy interesante. Lo que percibimos como realidad, mediado por la cultura, es solamente una descripción. Es una mirada construida y fijada, que permite ver pero que impide percibir “otras” descripciones, otras interpretaciones de la realidad. Según el brujo, real o imaginario de Castaneda, es tan fuerte esta “mirada” que se sobrepone a la acción misma  de los sentidos, es decir, a la acción misma de percibir. Si las claves para contemplar no nos han sido suministradas previamente, es posible no ver. Lo que es preciso que sea percibido, puede permanecer en un campo de visión amorfo.

Es así que la magia, lo que puede venir a ser, es una mirada, un desciframiento de un realidad descrita en otros términos. Recusa los argumentos de la lógica y la racionalidad. Su ámbito se define más en el campo emocional e intuitivo. Al organicismo, la funcionalidad, la estructuración, el utilitarismo y la fragmentación del mundo hecho por la ciencia, opone la comunión mística del ser con la naturaleza y con el todo.

La magia tendría el valor de enseñar otras miradas para enriquecer al ser humano, para incentivar el desarrollo de la creatividad, las emociones y la intuición. Sería recuperar parte de un legado de la humanidad que clausuramos de manera brutal, o del cual nos burlamos a modo despreciativo; ha perdido su potencia por el fin utilitario, tanto de los que no supieron servirse de ella como de parte de sus adversarios –aquellos que en términos de Castaneda, son incapaces de “romper la certeza dogmática, compartida por todos nosotros, de que la validez de nuestra percepciones, o nuestra realidad del mundo, se encuentra más allá de toda duda”.

Por ello las visiones mágicas han sido desvalorizadas, a favor de la entronización de una racionalidad destructora de la tierra, avasalladoras de las demás culturas, esquizofrénica en la repetición y la rutina del trabajo, base de un sistema de producción exacerbado en la acumulación egoísta. Una visión que de no modificarse, es suicida.

El arte, el buen arte, lo que logra es hallar fisuras en la realidad tozuda que nos fue impuesta desde la infancia. Es andar por las rendijas, que acaso dejan escapar algo de luz, que revelan otras realidades posibles, otros mundos. Cuando el arte reproduce escuetamente la realidad, es servil y muere en parte; o al menos, merma su potencialidad. Los magos, el circo, el cine, la poesía, la pintura, son de efecto maravilloso y de manera escasa es lo que aún nos salva y nos libera. Los artistas, lo sospecho, algo tiene que ver con los brujos de la tribu.


martes, febrero 24, 2015

Matoneo vaginal


He asumido como norma de conducta no consumir productos cuya fuente de promoción para acelerar la compra sea el miedo o la roída amenaza. Así, por ejemplo, los jabones antibacteriales que me ofrece la publicidad, mostrándome las manos un niño normal bajo los efectos de una lentilla que hace evidente la presencia de bacterias en la manos del menor, me parece odiosa, insidiosa y cabrona.

¿Esperará el productor de jabones que manda a hacer la pauta a los mercenarios de la publicidad, que producto del desagrado o el miedo a la infestación bacteriana de los niños, producirán la decisión de compra de su jabón?

¿O esperan los vendedores de seguros que creeré que el miedo a lo inevitable e imprevisible de los eventos me ponga a salvo de las contingencias de la vida y de esa manera llenar sus arcas, que ante reclamaciones, ponen en evidencia cláusulas de excepción en letra menuda?

Si el matoneo, o bulling para los anglófilos, es el acoso y hostigamiento mediante la amenaza que genera maltrato psicológico en forma reiterada, este tipo de publicidad se base en ello, en el matoneo publicitario de grandes empresas contra la grandes masas de consumidores.

De unos meses para acá se despacharon contra la íntima, tranquila y discreta vagina: la de las abuelas, de las hermanas, de las novias y parejas porque de forma insidiosa se ha dado a la emisión constante de publicidad para casos clínicos como si fueran parte del paisaje de normalidad con el fin de que se disparar la venta de sus productos.

La idea que venden estos corsarios es que se preocupan por nosotros, por nuestra seguridad, salud y bienestar, cuando lo que realmente hacen es exacerbar y compelir la necesidad ficticia -creada hábilmente por la instalación paradigmática de los mensajes publicitarios reiterados- para inducir la compra, la transacción, de las cuales derivan su metal. Mentiras repetidas a diario que logran estatuto de verdad en las mentes sin discurso para resistirlas.