domingo, agosto 23, 2015

RCN y CARACOL no son de los colombianos


Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*

A la complicidad de dos ex presidentes colombianos, Samper y Pastrana –dos sinvergüenzas como diría Fernando Vallejo- le debe Colombia que los colombianos no tengamos televisión, y ésta haya sido endosada al capital privado que prospera en contubernio con el poder político, férreamente acaparado por la élite financiera del país. La televisión de RCN y CARACOL, que nos han hecho creer nuestra, no es más que un ejemplo de concentración y predominio hegemónico de la información, invisibilizadora de temas y actores sociales y comunitarios; ejecutora de operaciones de distorsión y desfiguración informativa; agente de enajenación, estandarte de antivalores y promotor de la cultura mafiosa y prostituida  que irriga a toda Colombia.

Cifrada en realitys, informativos, seriados mafiosos, crónicas de asesinos, emisión de telenovelas, cubrimiento extenuante de eventos deportivos masivos y embrutecedores, y amplias franjas de farándula, han fraguado el clima cultural de país y, con su emisión diaria y persistente, han configurado una realidad virtual donde se mueven los colombianos.

La fase de ascenso y consolidación de esta televisión pasó por la masacre en 1998, entre los gobiernos de Samper y Pastrana, de  22 programadoras de televisión que garantizaban antes la diversidad y pluralidad informativa: RTI, Colombiana de Televisión, Punch, Jorge Enrique Pulido Televisión, Jorge Varón Televisión, JES, etc., que emitían a través de Inravisión, órgano del Estado. Según una investigación llevada a cabo por El Tiempo, “dos años después de haber iniciado operaciones, los privados acapararon el 80 por ciento de la audiencia y de la pauta publicitaria. Las pequeñas programadoras –esto lo debió suponer los gobiernos que impulsaron la privatización- entraron en concordato y otras pagaron sus deudas y entregaron sus espacios.

Los sacaron por la vía de una avasallante y superior competición.

La alternativa, sin infraestructura, cubrimiento limitado, sin calidad ni presupuesto, ha corrido por cuenta de los canales regionales, sometida a los tentáculos del poder político regional. En el caso nuestro, con el caso de Chamorro Televisión, se ha caído en el cambalache y la expresión de más baja calidad en términos televisivos. Al parecer, más como empresa particular que comunitaria.

Y en la vía para los que pueden pagar, Tv Cable y Direct TV, con acceso a canales internacionales, caen en la órbita estadunidense, que emite para Latinoamérica una programación basada en futbol, programas de cocina, suedo ciencia, seriados de crimen, con parrilla sobre extraterrestres, canales religiosos, realitys vulgares, mercadotecnia y emisión infinita y a perpetuidad de Los Simpson y Futurama.

En estos términos, como lo explica Germán Rey, la acción y el discurso de un sujeto social o individual, esta mediada por lo que se ve y escucha en los medios. Va uno hablar de economía, orden público, política, cultura, etc., y lo que encuentra son sujetos con la mollera distorsionada y aplastada por el modelado que infringen los medios de comunicación –antes exclusividad de la iglesia- repitiendo una y otra vez el discurso de los medios.

Tal vez lo única que se salva de semejante debacle sea Señal Colombia. Televisión limpia, constructiva, formadora, incluyente que pocos colombianos ven.


*Docente Unillanos

Humano, demasiado humano.