Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*
A la complicidad de dos ex presidentes colombianos, Samper y Pastrana –dos
sinvergüenzas como diría Fernando Vallejo- le debe Colombia que los colombianos
no tengamos televisión, y ésta haya sido endosada al capital privado que prospera
en contubernio con el poder político, férreamente acaparado por la élite financiera
del país. La televisión de RCN y CARACOL, que nos han hecho creer nuestra, no
es más que un ejemplo de concentración y predominio hegemónico de la
información, invisibilizadora de temas y actores sociales y comunitarios;
ejecutora de operaciones de distorsión y desfiguración informativa; agente de
enajenación, estandarte de antivalores y promotor de la cultura mafiosa y
prostituida que irriga a toda
Colombia.
Cifrada en realitys, informativos, seriados mafiosos,
crónicas de asesinos, emisión de telenovelas, cubrimiento extenuante de eventos
deportivos masivos y embrutecedores, y amplias franjas de farándula, han fraguado
el clima cultural de país y, con su emisión diaria y persistente, han
configurado una realidad virtual donde se mueven los colombianos.
La fase de ascenso y consolidación de esta televisión
pasó por la masacre en 1998, entre los gobiernos de Samper y Pastrana, de 22 programadoras de televisión que
garantizaban antes la diversidad y pluralidad informativa: RTI, Colombiana de
Televisión, Punch, Jorge Enrique Pulido Televisión, Jorge Varón Televisión, JES,
etc., que emitían a través de Inravisión, órgano del Estado. Según una
investigación llevada a cabo por El Tiempo, “dos años después de haber iniciado
operaciones, los privados acapararon el 80 por ciento de la audiencia y de la
pauta publicitaria. Las pequeñas programadoras –esto lo debió suponer los
gobiernos que impulsaron la privatización- entraron en concordato y otras
pagaron sus deudas y entregaron sus espacios.
Los sacaron por la vía de una avasallante y superior
competición.
La alternativa, sin infraestructura, cubrimiento
limitado, sin calidad ni presupuesto, ha corrido por cuenta de los canales
regionales, sometida a los tentáculos del poder político regional. En el caso
nuestro, con el caso de Chamorro Televisión, se ha caído en el cambalache y la
expresión de más baja calidad en términos televisivos. Al parecer, más como
empresa particular que comunitaria.
Y en la vía para los que pueden pagar, Tv Cable y
Direct TV, con acceso a canales internacionales, caen en la órbita estadunidense,
que emite para Latinoamérica una programación basada en futbol, programas de cocina,
suedo ciencia, seriados de crimen, con parrilla sobre extraterrestres, canales
religiosos, realitys vulgares, mercadotecnia y emisión infinita y a perpetuidad
de Los Simpson y Futurama.
En estos términos, como lo explica Germán Rey, la
acción y el discurso de un sujeto social o individual, esta mediada por lo que
se ve y escucha en los medios. Va uno hablar de economía, orden público,
política, cultura, etc., y lo que encuentra son sujetos con la mollera
distorsionada y aplastada por el modelado que infringen los medios de
comunicación –antes exclusividad de la iglesia- repitiendo una y otra vez el
discurso de los medios.
Tal vez lo única que se salva de semejante debacle sea Señal Colombia. Televisión limpia, constructiva, formadora, incluyente que pocos colombianos ven.
*Docente
Unillanos