jueves, abril 08, 2010

Pelucas, incienso y política

Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*

Prendo el televisor: es, o sería (no lo pudo imaginar) el sueño dorado de un espectador de teatro que arriesgaba su vida en el medioevo sentado en un retablo para ver un drama elevado o una burda comedia. Había empujones, sudor y piojos, pero bien valía el espectáculo que hacía saltar las lágrimas de risa, conmover profundamente, o simplemente, ver representado en un tablado la estupidez humana. Hoy solo basta apretar un botón del control, e ir de una canal a otro, paseándose por la dramaturgia actual. Novelas mejicanas, que consagran el género domestico de la bobería amorosa; comedias románticas gringas para evidenciar la decadencia del cine hollywoodense con carcajadas en off.

De pronto salta un desfile de saltimbanquis en Bogotá presidido por una peluca roja y un par de piernas. Cambio de nuevo, o “zappeo” como dicen, y aparece el Chuky Santos en Popayán, y en otro canal, con cara de virgen dolorida, Rafael Pardo cargando un paso de la Semana Santa. Comprueban los dos, de manera enfática, en lo que devino el liberalismo del país, -el partido de Gaitán o lo que queda-: vistiendo santos como viudas y en rituales confesionales donde, esta vez, no se aparecieron ni los godos.

No tienen tiempo porque anda agarrados por la dignidad de un partido que lo que ha sabido hacer es arrastrarse de rodillas por el camino de su salvador, el señor del Ubérrimo, que quiso encarnar la sagrada trinidad de los poderes del Estado. Ella, la dama camaleónica que ha sobrevivido a todos los regímenes lo trata del ladrón en la W. El Pincher pierde la consulta y decide cobrar caro la adhesión: pide que ella se retracte. La dama cambia de color –le cuesta poco- se pone azul, roja, amarilla pero decide que el costo de echar reversa esta vez es muy alto para su credibilidad. Todo el mundo sabe que el uribito o pincher, lo que es, es una ratita agrosegura y esa evidencia incontrastable hace que uno diga como Galileo, “pero se mueve”.

El romance de Mockus y Sergio Fajardo, que subió el ranquin de la audiencia entre la población LGTB: lesbianas, gays, transexuales y bisexuales, se acercó bastante a la alta dramaturgia seriada de la televisión venezolana. ¡Quién olvida el culo limpiamente exhibido de Antanas en el auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional! Hasta apareció Ricky Martín saltando del closet. El parricida Petro, a quien su mujer no le pone la corbata por la mañana sino que lo ahorca, luce solo, esperando quién se fije en él. Nada. El color amarillito se le destiñó y ya es casi invisible. Su intrepidez política puede llevarlo a un acuerdo con Vargas Lleras, la ultraderecha del uribismo. ¡Ojo!

Al final voy y revuelvo mis lecturas: y repaso a García Caclini quien escribió respecto a la teatralización del poder: “toda política está hecha, en parte, con recursos teatrales”. Con repertorio fijo, escenarios claves, gestos y palabras estudiadas, donde el pueblo se trasmuta en público, y a través de esa escenificación, esta integrado a la vida pública, pero con exclusión de las decisiones efectivas de poder. Serán dos meses más, hasta mayo que sean las elecciones, para ver desde la comodidad de la sala en pantallas de plasma el espectáculo circense.

No se confundan si algunos personajes, interpretan contrapuestos papeles y dicen nuevos parlamentos, como Angelino Garzón, que aún doliéndole la cara, intenta hablar a favor de la seguridad democrática con propiedad y la dicción perfecta de los ganaderos de Córdoba y el Magdalena Medio.


*Docente Unillanos

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