Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*
Hay dos tipos de cuatristas en los conjuntos llaneros, interpretes diestros de un instrumento de la música llanera que ha sido considerado menor. Están los que irrumpen y permanecen como buenos cuatristas, dándole textura y soporte al arpa o la bandola en la ejecución de la música llanera. El cuatro, siendo un instrumento muy modesto, que parece acallarse cuando se despliega el arpa, cumple la función de darle cuerpo a la música del llano, así uno no lo sienta. Es necesario hacer un poco de esfuerzo para escuchar su presencia galopante fundida con la melodía. El segundo tipo de cuatristas son los que vuelven el cuatro, tradicionalmente de acompañamiento, un instrumento de solista, que revuela como un pájaro y se despliega en melodías rápidas y precisas.
Isaac Tacha, Gonzalo Lizarazo, Carlos Flórez y Beco Díaz, por ejemplo, son excepcionales intérpretes del cuatro. Sin recavar en la modestia de monje cartujo de Isaac Tacha, es de reconocer su virtuosismo en el cuatro, de la mano de cual, ha dado en composiciones de dos himnos reconocidos por su belleza arreglística e instrumental, como son los himnos de Villavicencio y del Casanare. Viendo las fotos de cuando se inició y era un muchacho del delgadez e idealismo quijotesco –hace su tiempo, claro está- pocos podían anticipar lo que le sacó al cuatro, haciendolo hablar, gemir y desplegarse como instrumento solista. Hace unos años dio un concierto memorable en el Auditorio León de Greiff, en Bogotá, en las épocas de síndico de Alberto Baquero en la Universidad Nacional.
Gonzalo Lizarazo es más modesto pero en sus manos el cuatro suena con un sabor inconfundible, exquisito y preciso.
Carlos Flórez es una vedette con el cuatro. Como instrumento lo llevó a extremos insospechados. Agregándole unos trastes, lo hace hablar y recitar –al cuatro- como lo hacía de palabra el poeta Eduardo Carranza en los Jardines de la Ahlambra. Es decir, con un virtuosismo excepcional. Hace años, cuando la cultura en el Meta no había sido presa de los mercachifles y se llevaba a la feria del libro en Bogotá una delegación decorosa a representar al Meta, Carlos Florez daba unos conciertos que dejaba fríos y pasmados de la emoción a quienes los escuchaban.
Finalmente, hace poco tuve la oportunidad de conocer la obra de Beco Díaz, otro cuatrista excepcional para fortuna del llano aunque se haya ido muy pronto. Transitó con toda calma por los caminos de Isaac Tacha y Carlos Florez, presentándose como solistas instrumental con la Filarmónica de Bogotá, y legó para la posteridad un trabajo como fundador y director de dos agrupaciones infantiles de música llanera: Coral Infantil y Juvenil Cantaclaro y Ensamble de Arpas: Semillas de Cubarro.
Hace poco vi las agrupaciones que dejó establecidas presentarse en el Simposio de Historia Colombo Venezolano. Sin duda, sus semillas plantadas, perdurarán.
*Docente Unillanos
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