Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*
En las duras y calurosas llanuras del África, millares de animales de todas las especies deambulan por parajes de aparente libertad en los parques que constituyen reservas naturales. Son miles y miles de hectáreas que les permite emigrar por vastos territorios. Ellos no lo saben, pero en realidad, están presos. Un acordonado de alambrado eléctrico, los repele ante la eventualidad que intenten traspasar los límites. Su mundo y sus límites, son una ilusión, una percepción falsa pero ellos no lo saben.
No es exagerado decir que a comunidades humanas pueda sucederles lo mismo. Vivir bajo un estado aparente de libertad cuando en realidad se vive preso. ¿Y el alambrado nuestro? Los medios, la propaganda, la publicidad, la directiva ideológica de los discursos.
Hace mas de cincuenta años, el escritor inglés Aldous Huxley, publicó una novela que aludía al tema: “Un Mundo Feliz”, titulo que utilizó con evidente ironía. En esta, se representa una sociedad tecnológica que usa la manipulación genética para establecer clases sociales y de oficios: los “alfa”, los “beta”, los “gamma”, los “delta” y los “epsilones”; usan celular, disfrutan cine virtual, y los fines de semana, consumen licor y “soma”, un exquisito polvillo blanco que los estimula y llena de éxtasis. Los fines de semana.
Un gran aparato de medios y propaganda funciona para comunicar la normalidad del sistema, reiterar sobre las rutinas, direccionar gustos y tendencias, y en general, lograr la aceptación y conformidad con la “realidad”: son mensajes publicitarios institucionales, la reiterada presencia del líder en los medios, las canciones, la información limitada, dosificada, sesgada, subrayando lo que favorece y callando lo que no.
En un universo semejante que no deja fisuras, en medio del cual nacían y se extinguían las generaciones, nadie podía percibir la inhumanidad monstruosa del sistema, y más bien, todos lo aceptaban. Era natural ser una “epsilón”, así se ocupara el último peldaño de la escala social, era cierto ser una “alfa” para gobernar todas las clases que le sucedían, para la lograr la uniformidad y el funcionamiento de una sociedad perfecta.
En muchas ocasiones no entendí aquello de las civilizaciones orientales, referido a que en su trato, ellos están más atentos de lo que no se dice que de lo que se dice. Es decir, su diálogo, se orientan mucho a lo que se calla pues allí pueden hallarse las claves y las intenciones del que comunica. Lo que nos quiere decir que en muchas ocasiones lo hablado, lo manifiesto, puede ser un sofisma para ocultar realidades.
En nuestra sociedad, supuestamente, los medios están para informar a la sociedad, para brindar orientación y análisis en condiciones de imparcialidad; si esta función ha sido cabalmente cumplida, todo iría bien, nuestra sociedad estaría bien encaminada, no habría tanta violencia y degradación porque la sociedad en su conjunto, sería una masa bien informada y orientada que tomaría decisiones acertadas en un régimen democrático; pero resulta que no, que las cosas no van bien: que persiste la violencia desde hace mas de cincuenta años, la pobreza no cede, nuestros niveles de desarrollo son ínfimos, continua el desplazamiento, el maltrato, el escándalo y la corrupción. ¿Realmente, hemos sido libres para tomar decisiones acertadas? O fuimos embalados como ganado, direccionados como autómatas drogados, pendientes de nuestro celular y de que no se nos acaben los minutos para concertar la rumba del fin de semana a las que invitan las emisoras lingt.
*Docente Unillanos
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