Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*
El punto “G”, que era una ínsula afincada y firme en el océano de la sexualidad femenina, está a punto de desaparecer. La razón: un grupo de científicos británicos, del King`s College de Londres no lo halló y echaron a rodar la duda con el argumento de que, posiblemente, todo se trate de una especulación en el imaginario colectivo relativo a la sexualidad femenina. Es decir, que de lo que nos habló el ginecólogo alemán Ernst Grafemberg, como un conjunto de células específico, es solo un mito como el de la Atlántida que ahora amenaza hundirse y desaparecer para siempre.
La noticia me trajo a la memoria una novela de Editorial Planeta que leí hace años de Federico Andahazi, llamada “El Anatonista”, en la cual recrea el descubrimiento subversivo del mapa humano por parte de Mateo Colón, un personaje de verdad, que en 1500 dio las primeras noticias del clítoris. Mateo Colón, igual, había descubierto la circulación sanguínea pulmonar y al parecer, su gran formación, lo había llevado a ser médico de cabecera de un Papa. Sin embargo, su registro histórico, muy seguramente, asediado por la censura y la moral de la época, fue condenado a un olvido secular.
Andahazi, en relación a este tema, platea de fondo algo más profundo: la percepción sobre la geografía y la representación del cuerpo humano, está mediada por el discurso hegemónico, ampliamente difundido y repetido en una cultura. Así los hechos, los lugares y los pequeños detalles de la anatomía humana, pueden ser vistos o negados por el discurso imperante. Llegando incluso más allá, a grados de horror, como la mutilación, en casos como la ablación en mujeres, que se estila en algunas culturas africanas.
El procedimiento que utilizaron los investigadores ingleses en su investigación, -anunciada como una de las más grandes que hasta el momento se haya llevado a cabo-, incluyo 1.800 mujeres, todas gemelas o mellizas, y consistió en preguntarles si tenían el punto G.
“Si una de las gemelas idénticas respondía que sí, se esperaba que la otra, que tenía genes idénticos, también tuviera la zona erógena. Pero este patrón no se produjo. Y si las gemelas idénticas no tenían en común el punto G, menos lo tendrían las mellizas que solo comparten la mitad de sus genes”. Tim Spector, coautor del estudio, sostiene que “las mujeres pueden argumentar que la dieta o el ejercicio ayuda a tener el punto G, pero en realidad es virtualmente imposible encontrar rastros reales. Este es el mayor estudio realizado hasta el momento, y muestra de manera casi certeza que la idea del punto G se subjetivo”.
Algo me dice que este estudio, venido de los ingleses, que son tan flemáticos, tiene algo de ablación conceptualizada y esconde un cierto conservadurismo que revela un cierto sesgo moral. Primero, porque conscientes de la diversidad de la anatomía humana, niegan, basados en ciertas particularidades, una generalidad ostensible, que pudo ser corroborada, como decía Luz Piedad, de manera más confiable y feliz por específicos medios digitales, y no frente a una pregunta estúpida, como si se tiene o no tiene. Ante las cuales, las mujeres, de manera socarrona, suelen responder con un, “No…”
*Docente Unillanos
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