Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*
Los eventos sucedidos el pasado 4 de febrero en la Universidad Jorge Tadeo Lozano en Bogotá ponen de presente varias cuestiones que vale la pena examinar. En primer lugar, develan la relación antagonista entre la Academia y la Política, en el sentido necesario de que la primera busca la “verdad”, y la segunda, procura el poder como objeto prevalente, aún por encima de la verdad.
Será cierto que la verdad que busca la academia, no es la única y definitiva, pero al menos, en sus métodos y principios, es élla la que la orienta. La política en cambio, encarna metodológicamente la consecución del fin: atenazar el poder, por encima de los medios. Es decir, es una actividad inescrupulosa que suele desatender la voz de la razón y la verdad, lo que en últimas, la pierde, no sin antes causar mucho daño y generar toda una secuela de hechos indeseables. Llámese, abuso de poder, degradación de la institucionalidad y desnaturalización del estado social de derecho.
En estos términos, la academia, viene a ser el peor escenario donde se puede colar algún político. Y los políticos, obviamente, son renuentes a confrontarse en la academia. El último bastión de un régimen democrático, más o menos garantizado, es la autodenominada “autonomía universitaria” y “libertad de cátedra”, que puede obrar como cuña de contención en contra de la expansión de los totalitarismos estatales. Sean de derecha o de izquierda.
Para contrarrestar el argumento contundente de la verdad académica, los políticos ha sabido crear entelequias como la “opinión pública”, “golpes de opinión”, y de manera reciente, los “Estados de opinión”. Que no son otra cosa que “estados de opinión manipulada” en virtud al acceso privilegiado a los medios que tienen los que sujetan el poder que refiere Van Dick.
El despliegue noticioso a las opiniones de un mandatario, la televisión estatal para la transmisión de consejos comunitarios, la adhesión incondicional de poderosos medios escritos y de cadenas radiales, y la baja calidad de la educación, desfiguran cualquier posibilidad de una opinión informada y formada.
Se favorece y procura legitimar así, en sondeos de opinión, las aspiraciones o permanencia en el poder de líderes, que por escamoteo de la verdad, solo anuncian sus virtudes y tapan sus defectos, yerros, mediocridad y desaciertos. Está claro quizás, que será la academia, por ausencia de un Congreso que renovará sus credenciales el próximo 14 de marzo, ejerza las funciones de un control político. Porque entre políticos, ¿cómo se van a contralar o fiscalizar o procurizar o lo que sea ellos mismos?
Siendo además, la opinión pública, un exquisito cadáver al que le dan respiración boca a boca, los josé obdulios y otros del séquito para seguir ahuchando: “Adelante, Presidente”.
*Docente Unillanos
CopyringhEdiciones El Arquero
CESO Centro de Estudios Sociales de la Orinoquia.
Otto Gerardo Salazar Pérez, 2010.
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1 comentario:
Me llama mucho la atención que no supe cual es el hecho al que te refieres. Lo busqué en el espectador y encontré esto, http://www.elespectador.com/columna188628-academia-y-pais
pero quiero saber más, esas noticias no llegan hasta aqui!
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