Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*
Mientras haya iglesia y haya curas practicantes del celibato, habrá abuso y violación de menores. Esa es una realidad incontrastable con la que se acuesta la gente decente de este católico país, la gente de bien, que va a misa cada domingo y a la que un cura, con su mano pedófila, deposita en su boca y sobre el piso de su lengua una seca e insípida hostia con el fin de comulgar y purificar el pecado. El primer argumento pusilánime, cómplice y complaciente es de que “no son todos, son unos pocos mientras los descubren”.
Se aduce a través de este argumento, que no se puede aplicar a toda la congregación de hombres y mujeres en abstinencia contra natura, sino que es atribuible a casos aislados. Sin embargo, un rosario de casos aislados que revientan por todos lados parece ya una directiva institucional y corporativa, de doble moral, que no ha querido asumir una discusión a fondo sobre las desviaciones que lleva implícitas la práctica de celibato que impide llevar una vida sana y el disfrute de la sexualidad desde la orilla elegida, sea cual sea. No es que a los curas les sea impedido que sean maricas sino lo que se quiere atajar la trasgresión y la violación que hacen sobre menores, víctimas vulnerables sobre las que hace presa de manera preferencial la vocación utópica de santos tras de la cual se arropan los miembros de las congregaciones eclesiásticas.
La verdad, poco importa que la iglesia sea una grey anónima y a lo mejor mayoritaria de la población LGTB, sino la vulneración de derechos de los menores, haciendo abuso de su posición privilegiada de guías espirituales de una sociedad que ha depositado en ellos sus mejores votos de confianza. El Papa Joseph Ratzinger, antiguo prefecto para preservación de la fe y la doctrina, se ha venido lanza en ristre contra organismos de justicia de diferentes países que llevan causas contra la pedofilia, prefiriendo sobre los derechos de la infancia, el sueño de pecados insepultos de obispos desenterrados.
Y argumentan para defenderse, que el abuso de menores se da en muchos ámbitos, no exclusivos la iglesia, como la misma familia, reductos escolares y otros. Argumento majadero y socarrón para no asumir la propia responsabilidad, mirando de modo complaciente el mal ejemplo de otros para lavar la propia culpa. A prevenir el abuso y la violación de menores debería dedicarse la iglesia desde los púlpitos para que ni maestros, ni familiares ni otros sujetos se atrevan a vulnerar los derechos de los menores y su sagrada infancia.
Es por ello que está bien que iniciativas como la de Rodríguez Zapatero en España, corten de tajo la connivencia entre Estado e Iglesia. Los hicieron al fin, después de trescientos años de que otras naciones desarrolladas de Europa lo establecieran con el surgimiento de los modernos estados nacionales. Entre las órdenes que se destacan en la nueva Ley, está la de desmontar los crucifijos de las aulas, para ir derrumbando la imaginería beata y de superchería que se cuela en ámbitos educativos y de formación.
*Docente Unillanos
1 comentario:
Respetado y admirado Gerardo, con infinita humildad y profundo respeto he tomado la osadia de comentar acerca del articulo:
Debido al gran contenido y profundidad del articulo, considero que podria llegar a un numero mayor de lectores imprimiendo un lenguaje mas universal.
Contrastarlo con otros cleros o religiones que no practican el celibato y que sin embargo logran el objetivo noble expuesto por la Iglesia Catolica, de servir a la humanidad, pero sin generar conflictos gracias a las practicas contra natura, generaria un atractivo a audiencias en otros paises.
Muy interesante articulo
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