Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*
Un huevo de doscientos cincuenta pesos, de consistencia frágil y quebradiza, hizo más que treinta atentados de las Farc para golpear al presidente Uribe. También logró el efecto colateral de expresarle por parte de la población civil colombiana, de manera categórica, la desaprobación a su gestión y el repudio a su política de guerra. Aquel que despreciara un huevo, de ahora en adelante se tendrá que cuidar de ellos como una bomba de explosión mediática de efectos incalculables. “A nombre del movimiento “tiene huevo”, Presidente, porque usted tiene huevo y se lo tiene merecido”, le dijo la joven Liliana Pardo al presidente Uribe.
De remate, le fue negada en público, en transmisión directa a todo el país por televisión, la dignidad de dar la mano y expresar un saludo civilizado a otro ser humano. ¡Terrible experiencia, que así sea por accidente, suele llenarnos de vergüenza y rubor!
Este huevo se veía venir y ya había hecho su estelar aparición en la calva de José Obdulio Gaviria, el “montesinos del régimen”, al decir de muchos opositores del presidente Uribe. En plena sesión del Congreso, el mismo huevo, de manera solapada salió de la manga de dos mujeres y le fueron deslizados al atril donde intervenía el ex ministro de defensa Juan Manuel Santos. Tal vez, un huevo cacareado a nombre de las desapariciones forzadas de los muchachos de Soacha.
Tienen huevo.
Ha venido demostrando el huevo, de esta manera, siendo un símbolo de vida y posible engendramiento, tener la capacidad para confrontar una granada de mano; siendo frágil, se hace fuerte en la reprobación del comportamiento moralmente incorrecto y representa, de manera simbólica, a la población civil, desprotegida y joven, sin corazas ni hipocresías para decir de forma clara y contundente “tiene huevo” tanto a unos como a otros. “A Alfonso Cano, donde nos lo encontremos también se lo vamos a dar uno porque también tiene huevo”, dijo de nuevo la chica.
Pero de manera efectiva y más allá de lo anecdótico, ¿tiene algún efecto real la acción reprobatoria de ponerle a uno un huevo en la cara?
Sí, de manera total. Un mensaje con esa capacidad para penetrar, con ese profundo efecto de recordación en la consciencia, con toda su carga de valor en el imaginario social, tiene un efecto a largo plazo que corroe las conciencias oscuras y torcidas de quienes, mediante el abuso del poder, atropellan y pisotean el Estado social de derecho que pregona nuestra carta y se convierten en un símbolo de lucha y resistencia.
Claro, es posible, que este huevo sea procesado y se haya ganado el mote del terrorista, pero no deja de hacerme recordar la flores que ponían los jóvenes checoslovacos en la boca de los cañones de los fusiles soviéticos cuando la invasión de Praga. O los hilos tiernos y rústicos de su hilandería manual que tejía Gandhi para enfrentar uno de los regímenes más brutales que tuvo la India, como fue el británico.
Un huevo de doscientos cincuenta pesos, de consistencia frágil y quebradiza, hizo más que treinta atentados de las Farc para golpear al presidente Uribe. También logró el efecto colateral de expresarle por parte de la población civil colombiana, de manera categórica, la desaprobación a su gestión y el repudio a su política de guerra. Aquel que despreciara un huevo, de ahora en adelante se tendrá que cuidar de ellos como una bomba de explosión mediática de efectos incalculables. “A nombre del movimiento “tiene huevo”, Presidente, porque usted tiene huevo y se lo tiene merecido”, le dijo la joven Liliana Pardo al presidente Uribe.
De remate, le fue negada en público, en transmisión directa a todo el país por televisión, la dignidad de dar la mano y expresar un saludo civilizado a otro ser humano. ¡Terrible experiencia, que así sea por accidente, suele llenarnos de vergüenza y rubor!
Este huevo se veía venir y ya había hecho su estelar aparición en la calva de José Obdulio Gaviria, el “montesinos del régimen”, al decir de muchos opositores del presidente Uribe. En plena sesión del Congreso, el mismo huevo, de manera solapada salió de la manga de dos mujeres y le fueron deslizados al atril donde intervenía el ex ministro de defensa Juan Manuel Santos. Tal vez, un huevo cacareado a nombre de las desapariciones forzadas de los muchachos de Soacha.
Tienen huevo.
Ha venido demostrando el huevo, de esta manera, siendo un símbolo de vida y posible engendramiento, tener la capacidad para confrontar una granada de mano; siendo frágil, se hace fuerte en la reprobación del comportamiento moralmente incorrecto y representa, de manera simbólica, a la población civil, desprotegida y joven, sin corazas ni hipocresías para decir de forma clara y contundente “tiene huevo” tanto a unos como a otros. “A Alfonso Cano, donde nos lo encontremos también se lo vamos a dar uno porque también tiene huevo”, dijo de nuevo la chica.
Pero de manera efectiva y más allá de lo anecdótico, ¿tiene algún efecto real la acción reprobatoria de ponerle a uno un huevo en la cara?
Sí, de manera total. Un mensaje con esa capacidad para penetrar, con ese profundo efecto de recordación en la consciencia, con toda su carga de valor en el imaginario social, tiene un efecto a largo plazo que corroe las conciencias oscuras y torcidas de quienes, mediante el abuso del poder, atropellan y pisotean el Estado social de derecho que pregona nuestra carta y se convierten en un símbolo de lucha y resistencia.
Claro, es posible, que este huevo sea procesado y se haya ganado el mote del terrorista, pero no deja de hacerme recordar la flores que ponían los jóvenes checoslovacos en la boca de los cañones de los fusiles soviéticos cuando la invasión de Praga. O los hilos tiernos y rústicos de su hilandería manual que tejía Gandhi para enfrentar uno de los regímenes más brutales que tuvo la India, como fue el británico.
*Docente Unillanos
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