Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*
Pensaba escribir sobre la pretensión del arzobispo Silvano Tomasi, de no llamar maricas o abusadores de menores a los curas que tienen relaciones con niños. Tomasi abrió la boca para responder a Keith Porteous Wood, que acusó a la Iglesia de tapar los abusos a menores y de violar varios artículos de la Convención de Derechos del Niño. El prelado, respondió que no se debería hablar de pedofilia −o cacorros como dice la gente−, “sino de homosexuales atraídos por adolescentes que practican la efebofilia”.
O sea que ahora no serán asaltantes de la buena fe y abusadores de menores, sino “efebófilos”, y además, resultarán los mismos menores, como los incitadores de sus propias autoviolaciones, pues, por un giro de lenguaje suspicaz de Tomasi, resulta que son los menores los que seducen a los curas.
Pero no. El asunto es supremamente sórdido y la discusión demasiado hipócrita. Pues, una cosa es la población LGTB adulta con relaciones consentidas, y otra la torcedura de una orientación que apenas se aproxima a la sexualidad para caer en manos de un curo viejo y morboso. Nada podrán decir sus víctimas, la mayoría de ellos, de condición humilde y vulnerable por pobreza y abandono.
Otro tema de buena sazón era el del doctorado Honoris Causa concedido al escritor Fernando Vallejo por parte del Consejo Superior de la Universidad Nacional de Colombia. Un laico, anticlerical rabioso y defensor de los derechos de los animales. El escritor fue distinguido por la Universidad Nacional básicamente por su valor de decir verdades, la cuales rebotan sobre los mismos profesores de las instituciones de educación superior. Acerca del papel salvador de las Universidades en el país, declara lo siguiente:
“Los muchachos de la Universidad podrían ser la esperanza de Colombia porque son los que tienen una mínima cultura, pero la casi totalidad de los maestros colombianos son malos, no pueden estar ocupando esos puestos, solo buscan la promoción en el escalafón, la universidad actual es una plaga para la sociedad, cuesta mucho sostener a esos burócratas que acumulan títulos sin saber ortografía y les escriben las tesis.”
… Sin comentarios.
Finalmente, el tema sobre el cual quería hablar para mis amigos izquierdosos era sobre las elecciones internas del Polo. Pero como ni el tiempo ni el espacio alcanza, toca de dejarlo para lo próxima.
Pensaba escribir sobre la pretensión del arzobispo Silvano Tomasi, de no llamar maricas o abusadores de menores a los curas que tienen relaciones con niños. Tomasi abrió la boca para responder a Keith Porteous Wood, que acusó a la Iglesia de tapar los abusos a menores y de violar varios artículos de la Convención de Derechos del Niño. El prelado, respondió que no se debería hablar de pedofilia −o cacorros como dice la gente−, “sino de homosexuales atraídos por adolescentes que practican la efebofilia”.
O sea que ahora no serán asaltantes de la buena fe y abusadores de menores, sino “efebófilos”, y además, resultarán los mismos menores, como los incitadores de sus propias autoviolaciones, pues, por un giro de lenguaje suspicaz de Tomasi, resulta que son los menores los que seducen a los curas.
Pero no. El asunto es supremamente sórdido y la discusión demasiado hipócrita. Pues, una cosa es la población LGTB adulta con relaciones consentidas, y otra la torcedura de una orientación que apenas se aproxima a la sexualidad para caer en manos de un curo viejo y morboso. Nada podrán decir sus víctimas, la mayoría de ellos, de condición humilde y vulnerable por pobreza y abandono.
Otro tema de buena sazón era el del doctorado Honoris Causa concedido al escritor Fernando Vallejo por parte del Consejo Superior de la Universidad Nacional de Colombia. Un laico, anticlerical rabioso y defensor de los derechos de los animales. El escritor fue distinguido por la Universidad Nacional básicamente por su valor de decir verdades, la cuales rebotan sobre los mismos profesores de las instituciones de educación superior. Acerca del papel salvador de las Universidades en el país, declara lo siguiente:
“Los muchachos de la Universidad podrían ser la esperanza de Colombia porque son los que tienen una mínima cultura, pero la casi totalidad de los maestros colombianos son malos, no pueden estar ocupando esos puestos, solo buscan la promoción en el escalafón, la universidad actual es una plaga para la sociedad, cuesta mucho sostener a esos burócratas que acumulan títulos sin saber ortografía y les escriben las tesis.”
… Sin comentarios.
Finalmente, el tema sobre el cual quería hablar para mis amigos izquierdosos era sobre las elecciones internas del Polo. Pero como ni el tiempo ni el espacio alcanza, toca de dejarlo para lo próxima.
*Docente Unillanos
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