martes, julio 21, 2009

El 20 de Julio

Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*

Es muy dudoso que el 20 de julio sea una fecha realmente significativa en la historia de Colombia si nos atenemos a los hechos que sucedieron y si se los sopesa y compara con otros que han marcado la historia del país. Otra cosa es que haya una tradición interesada que trate de insuflar de gesta heroica los hechos insulsos en torno a un supuesto florero –anécdota bastante baladí y magnificada en desproporción- para un evento que pretende ser hecho fundacional de nuestra nacionalidad.

Los hechos del 20 de julio, la mayoría de ellos, se destacan por ser bastante vulgares y mediocres. Primero, para la época Bogotá era una villa bastante sombría y sucia y sus condiciones de higiene eran bastante deplorables, pues, la bestias arrimadas al mercado de la plaza principal llenaban de bosta los andenes que se confundía con la basura arrojada a las calles desde las casas. A veces era la lluvia la única encargada de juagar las calles.

Regía los destinos de la ciudad y el virreinato un anciano sordo y escéptico, que se sentía desterrado de la metrópoli: Amar y Bombón. Realmente era su mujer la que había tomado las riendas del poder y era ella quien resolvía los asuntos de gobierno. Era tan torpe –Amar- en asuntos políticos que trató de ganar a las bravas la mayoría en la Audiencia por lo cual había generado muy mal clima político.

Es más lo que desata la escaramuza viene a ser un chisme. A raíz de que la guardia del corregidor en el Socorro abrió fuego contra la multitud que pedía libertades de comercio y mató a tres de la protesta el clima político se enrareció y el gobierno, como medida de amedrentamiento hizo rodar la especie de que pasaría a cuchillo a unos diecinueve criollos simpatizantes de las ideas independentistas. Ese era el rumor que tejían las aguateras en la fuente principal de la plaza, mandadas por sus señoras a recoger los chismes de la plaza, pues carecían de medios o pasquines.

Pero en últimas, no hubo ni un muerto, y el más golpeado vino a ser un comerciante bastante conocido de nombre González Llorente que tenía su tienda en la calle once con séptima o calle real. Era un exitoso comerciante que tenía varios negocios en España y las Antillas y que se dedicaba a varias obras de caridad en cárceles y hospitales de Santa Fe. Supuestamente no quiso prestar el mentado florero, que otros cronistas dicen se trataba de un mantel.

Los resultados del suceso no pudieron ser más “paradójicos” para un pueblo que se levanta con ideas de progreso. Se formaron dos juntas que empezaron a disputar el poder político: la del cabildo, encabezada por criollos ricos, y la de San Victorino, liderada por José María Carbonell y respaldada por el pueblo. Mientras la junta de cabildo pretendía estrictamente remplazar el poder arbitrario del Amar y Borbón, profesando igual los votos al rey de España, los de la Junta de San Victorino apresaron al Virrey y a cuanto chapetón acusaban del oprobioso gobierno y pedían básicamente justicia.

La junta del cabildo que a la postre resultó vencedora, sin modificar en nada, digamos, las estructura políticas, sociales y religiosas, nombró a la cabeza y de manera honorífica de nuevo a Amar y Borbón sin poderes efectivos. Igual, los que firmaron el acta, varios de ellos clérigos, lo hicieron con cuidado de que los otros repitieran la acción para que nadie se echara para atrás.

Nada semejante a la justa de los comuneros, que con veinte mil hombres armados en el Mortiño, ondeando banderas y azotando tambores, aterrorizaron Bogotá veintiocho años atrás, venidos desde el Socorro, San Gil y Charalá, y pusieron en crisis todo el virreinato enlistando toda una serie de reivindicaciones sociales bajo el perfil afilado y decidido de José Antonio Galán.
*Docente Unillanos

martes, julio 07, 2009

Historia de un huevo terrorista

Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*

Un huevo de doscientos cincuenta pesos, de consistencia frágil y quebradiza, hizo más que treinta atentados de las Farc para golpear al presidente Uribe. También logró el efecto colateral de expresarle por parte de la población civil colombiana, de manera categórica, la desaprobación a su gestión y el repudio a su política de guerra. Aquel que despreciara un huevo, de ahora en adelante se tendrá que cuidar de ellos como una bomba de explosión mediática de efectos incalculables. “A nombre del movimiento “tiene huevo”, Presidente, porque usted tiene huevo y se lo tiene merecido”, le dijo la joven Liliana Pardo al presidente Uribe.

De remate, le fue negada en público, en transmisión directa a todo el país por televisión, la dignidad de dar la mano y expresar un saludo civilizado a otro ser humano. ¡Terrible experiencia, que así sea por accidente, suele llenarnos de vergüenza y rubor!

Este huevo se veía venir y ya había hecho su estelar aparición en la calva de José Obdulio Gaviria, el “montesinos del régimen”, al decir de muchos opositores del presidente Uribe. En plena sesión del Congreso, el mismo huevo, de manera solapada salió de la manga de dos mujeres y le fueron deslizados al atril donde intervenía el ex ministro de defensa Juan Manuel Santos. Tal vez, un huevo cacareado a nombre de las desapariciones forzadas de los muchachos de Soacha.
Tienen huevo.

Ha venido demostrando el huevo, de esta manera, siendo un símbolo de vida y posible engendramiento, tener la capacidad para confrontar una granada de mano; siendo frágil, se hace fuerte en la reprobación del comportamiento moralmente incorrecto y representa, de manera simbólica, a la población civil, desprotegida y joven, sin corazas ni hipocresías para decir de forma clara y contundente “tiene huevo” tanto a unos como a otros. “A Alfonso Cano, donde nos lo encontremos también se lo vamos a dar uno porque también tiene huevo”, dijo de nuevo la chica.

Pero de manera efectiva y más allá de lo anecdótico, ¿tiene algún efecto real la acción reprobatoria de ponerle a uno un huevo en la cara?

Sí, de manera total. Un mensaje con esa capacidad para penetrar, con ese profundo efecto de recordación en la consciencia, con toda su carga de valor en el imaginario social, tiene un efecto a largo plazo que corroe las conciencias oscuras y torcidas de quienes, mediante el abuso del poder, atropellan y pisotean el Estado social de derecho que pregona nuestra carta y se convierten en un símbolo de lucha y resistencia.

Claro, es posible, que este huevo sea procesado y se haya ganado el mote del terrorista, pero no deja de hacerme recordar la flores que ponían los jóvenes checoslovacos en la boca de los cañones de los fusiles soviéticos cuando la invasión de Praga. O los hilos tiernos y rústicos de su hilandería manual que tejía Gandhi para enfrentar uno de los regímenes más brutales que tuvo la India, como fue el británico.
*Docente Unillanos