jueves, noviembre 03, 2011

La poética de las bielas

Montar en bicicleta es una de las cosas sencillas que uno puede hacer en la vida, como caminar o contemplar una caída de la tarde. Es una forma de deslizarse mudo y lento por el mundo. A diferencia del tiempo acelerado y caótico de los carros que nos mantiene alerta, al discurrir en bicicleta, el tiempo tensionado de nuestra época se vuelve sedoso, de las calidades de un arroyo o la caída de una llovizna.

Un primer recuerdo que tengo de una bicicleta era viajar en la parrilla de una que conducía mi padre. Un cicla de esas antiguas, de barra, corazas gruesas y un timbre en el manubrio. Ni siquiera hablábamos, era una especie de comunión en el silencio, a la velocidad necesaria para mantener en el equilibrio y la marcha. Un día desafortunado ante el bamboleo de la cicla se fue uno de mis pies en los rayos de la rueda trasera, nos caímos, y sufrí una lesión. Mi papá dejo de montarme en ella y poco después dejo de usarla para siempre.
Iba a casa de mis primos y veía con codicia sus bicicletas porque nunca llegó a mi cama o a mi cuarto una de ellas en un diciembre.
Así que cuando gané mi primer sueldo a los diecisiete años lo
primero que hice fue comprar un cicla. No la quería para correr, ni para competir. Busqué un modelo convencional y cómodo, con cierto aire clásico de esas ciclas de antes para andar por ahí sin ninguna pretensión especial. La guardaba en el garaje de mi abuela y sólo me duró una semana porque me la robaron. Había pactado cancelarla por cuotas y cada fin de mes que iba a pagar trataba de imaginar los caminos que había cogido mi cicla. Tal vez por ello renuncie a tener otra de manera indefinida.
Con su vida literaria en ciernes un día Nayib Camacho me regaló un libro con uno de los títulos más bellos: “Bicicleta de Lluvia”. Perfecto para un libro de poesía. Fue por los días que, bajando de la plaza San Isidro, conocí a don Pablo, el dueño de la bicicletería más vieja de Villavicencio. En sus tiempos de juventud, fue un ciclista consumado y con los años y el cariño que desarrolló por su caballito de acero, se dedicó a arreglar otras hasta que terminó con un taller. Su relación con esta clase de vehículos tiene mucho de afecto y humanismo.
No hay que olvidar que los primeros héroes de este país eran ciclistas: Efraín Forero y Ramón Hoyos, que ganaban la vuelta a Colombia, alzando su cicla en medio de barriales, narradas por la voz imperecedera de Carlos Arturo Rueda C. Después vinieron Martín “Cochise” Rodríguez y Álvaro Pachón, más otra estela de ciclistas nacionales como Rafael Antonio Niño y Lucho Herrera.
Detrás de mi casa, en hogar muy humilde vivió Efraín Pulido, el único ciclista del Meta que llegó a una vuelta Colombia con honores. En el coliseo Los Conquistadores fue homenajeado una vez retornó. Delgadito, de puro acero. Sus ojos reflejaban la humildad y el esfuerzo de todos esos jóvenes campesinos, boyacenses y antioqueños, que se quebraban la espalda en una cicla y conquistaban la gloria. No bebían “Gatorade” sino aguadepanela pero triunfaban como titanes.
Con el libro debajo del brazo, le pedí a don Pablo que si me podía armar un cicla. Pieza por pieza, en varios meses, la fuimos construyendo. Un día infló los tubulares, engrasó los piñones, le dio un pedalazo y me la entregó. Me subí en ella y quedó tan fina y tan veloz que no la podía dominar. Hasta que al fin pude.
Pero sobre todo me trajo el recuerdo de cuando se vivía el tiempo y transitaba en silencio con mi padre, sin que otros vehículos nos pitaran frenéticos para anunciar que el semáforo cambió de luz.

jueves, octubre 20, 2011

Tics y Democracia

Surgidas con fuerza en el campo militar, administrativo, para pasar luego al de la educación, las Tics se desataron en las masas ciudadanas con efectos impredecibles. Aunque se parecían, eran todo lo contrario a los medios masivos de comunicación, pues establecían una dinámica efectivamente comunicacional.  Aunque los medios habían surgido como expresión de la comunidad, pronto fueron atenazados y dominados como un factor estratégico de dominio por las élite política y económica. Su potencia se detuvo en lo informativo, e instrumental con fines de  direccionalidad, de la cual se excluyó sistemáticamente a los sectores populares. Que quedaron mudos e impotentes para manifestarse.
Las Tics fueron así erosionando el poder consagrado y secular de los medios masivos de “información”, y haciendo florecer la comunicación, como queda sentado arriba. Restituyó la voz a los otros anónimos, mediante massenger,  blogs, twiter, facebook, las cámaras de celulares interconectadas a internet y todo una suerte de dispositivos efectivamente comunicacionales que por mucho tiempo negaron los medios masivos de comunicación. Hizo que proliferara lo que con rabia dentada muchos regímenes dictatoriales –de izquierda o de derecha- o democracias de fachada llaman “diversidad ideológica”, “crítica abierta”, o “circulación libre de ideas”.
A la lentitud de ideas que debían circular en los libros –que podía tardar años-, adicionaron la inmediatez. Grandes medios de información escritos, expresión de conglomerados económicos,  y grupos de poder político, se vieron abatidos y humillados por la explosión informativa de los medios digitales, donde hasta un particular, puede emitir desde su canal personal de televisión digital.
No significa que todo de por sí sea bueno y constituya una virtud para beatificar. La cosa tiene sus bemoles. Aunque de forma mayoritaria la cosa es buena pues desata nudos de poder y democratiza la información para construir sociedades más igualitarias y mejor comunicadas, puede ser fuente de expresión radical, dogmática y visceral intolerancia de izquierdas y derechas. Basta ver los comentarios en las secciones de los usuarios de los diarios y revistas de internet.
O para hablar de la aldea: la amenaza velada que hacen los estudiantes en contra de Manuel Álvaro Ramírez por “permitirse” expresar sus puntos de vista. Estemos o no de acuerdo con ellos. Primero tratan su expresión de “comunicación clandestina” cuando circuló ampliamente como para que muchos estuviéramos al tanto. Al menos fue valiente y puso su nombre sin escudarse en un colectivo de docentes, por ejemplo.  A su opinión, la llaman “distorsión” por alejarse de la ellos. Y de remate, lo amenazan con un proceso disciplinario. ¿? ¿Delitos o faltas de opinión?
Escriben los estudiantes que: “hacemos un fuerte llamado de atención a los docentes y administrativos a respetar al movimiento estudiantil”. ¿Y desde cuando opinar diferente vulnera una razón bien sentada y justificada?
En lo que pecó Manuel Álvaro, fue en lo ingenuo de decir a viva voz, que existen grupos de poder y que se mueven alfiles.  ¡Que yo sepa, eso no existe!!! Estemos en la orilla que estemos, para no ser hipócritas.  Esas cosas no se dicen, Manuel, pues son con el deseo incestuoso, los impulsos parricidas o el recuerdo de intentar verle los cucos a la maestra  cuando estábamos en primaria. ¡Ahora que estamos en la U, quién lo va decir!

*Docente Unillanos

viernes, septiembre 23, 2011

La Escritura Intocable

La Escritura, como tecnología de la palabra que se universalizó a raíz de la imprenta en el siglo XVI, pues ya desde antes había morado entre los hombres en forma de manuscritos fijados en la piedra, el cuero y o los papiros de circulación restringida, adquirió estatuto de legitimidad y dogma sagrado en la escuela. Proyectos ambos de la modernidad.

Su relación con el aula, no era exclusiva, pues el libro no se pensó para ser usado a la manera de “texto escolar” de manera unívoca, se estrechó a tal grado que se volvió indisoluble. No se puede pensar hoy día el aula sin el libro; y el libro, al menos para los sectores mayoritarios, es considerado en forma de texto un instrumento educativo imprescindible. Los estudiantes tuvieron así la noción de que el lenguaje escrito era superior a la palabra hablada; la gramática floreció e impuso su hegemonía; regularizó y procuró estandarizar las formas de habla y esgrimió el criterio de legitimidad en el uso de la lengua.

Perdía el libro y perdían los lectores. El libro fuera de la escuela, no tenía pretensión moral, era ambiguo, de lenguaje connotativo y pieza o moneda que circulaba libremente en la cultura. El lector leía y reconstruía sus propios significados. Esa riqueza de libro se estrechó en la escuela, se volvió resumen versus interpretación.

Y los escolares aprendieron, de esa forma de leer, quizás hasta hoy, el resumen, la reproducción literal en contra de la interpretación y la crítica del texto. La lectura que era, y quizás, a veces es, gozo y fuga por fuera de la escuela, dentro de ella es instrumental y empobrecedora. Por eso quizás la renuencia a leer, no por el objeto maravilloso que en sí es el libro, sino por uso amordazado e instrumental en la escuela.

La lectura y la escritura, tiene otro atributo y otro uso en la escuela: refuerza la autoridad del maestro. La imagen iconográfica es la del maestro con el libro debajo del brazo, como la del pastor o el cura con su biblia. Y quien no conoce la palabra, no conoce al nuevo Dios, el conocimiento, que otorga omnipotencia, omnisapiencia y omnipresencia.

El condenado es la oralidad, el no lector, el saber popular que circula en la lengua común. Haciendo caso de ello, del currículo desapareció la retórica o el arte de hablar bien. Otra forma de pensar, de crear y de sentir, basado en la analogía en contra del pensamiento lógico lineal que impone el texto escrito. Por supuesto, hubo ganancia y hubo pérdida. Se gana en la disciplina y el estudio, y la posibilidad de acumular saber; pero se perdió en humanidad, en sentimiento y espontaneidad.

*Docente Unillanos

viernes, septiembre 09, 2011

Truenos y centellas contra la lectura y la escritura


Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*

En relación al tema de la lectura y la escritura, de cuando en cuando registro que aparece algún “académico” cascarrabias que dispara truenos y centellas en contra de los estudiantes que no sabe leer ni escribir. Muy cómoda la posición. Achacar toda la culpa a uno de extremos en cuestión.

Lo peor es que se sobran de improperios mientras minimizan en argumentos. Me envían por correo, desde varios puntos, un texto insulso y machacón de profesor y editor José Alvear Sanín sobre toda la culpa y desdicha de los estudiantes, masa de nervios, sangre y huesos modelada por nuestras propias manos.

Refiere el libelo que los bachilleres son prácticamente analfabetas, son un alumnado ignaro, iletrado, sin curiosidad intelectual y deslizados de un grado educativo a otro por la “promoción automática”. Agrega incluso que cuando son egresados, acaban “fatalmente en la docencia”. ¡Bienvenido al ruedo, profesor Alvear!

Lo digo porque fui uno de los peores lectores y escritores en la escuela. Y terminé en la docencia. Tuve la fortuna, agrego, de aprender a leer, no por mis profesores, sino por la insinuación fresca y desprevenida del flaco Carrillo, un parcerito que tenía ideas locas, entre ellas, la de ser escritor. Tampoco había aprendido nada en la escuela. Lo hizo con la manada que se refugiaba en una esquina a aprender a fumar como adultos y a revisar revistas de Playboy.

No tienen la culpa los estudiantes si la oferta de lectura en la escuela, año tras años es la misma, insulsa y descolorida, porque los maestros no leen ni actualizan el corpus de obras.

Segundo, hace mucho tiempo desaparecieron las generaciones “cultas” centradas en el libro –cultoras de la pureza idiomática- para dar paso a la presencia de múltiples culturas en la escuela. Reconocimiento obvio de nuevas realidades, entrecruzamiento e hibridación cultural.

Tercero, reniega el profe Alvear de la formación posgradual de los docentes en muchas de esas instituciones que viven ya sólo del prestigio heredado de otras épocas porque desde su punto de vista, no sirve para nada. Cuando ni una sola de las universidades colombianas ha podido colarse en el ranking mundial de las mejores universidades, dominado por Estados Unidos y Europa.

Finalmente, si se cierran bibliotecas, librerías y editoriales y periódicos, es porque han renacido y fortalecido a través de otros medios, no porque se extingan.
Para finalizar: el problema de la lectura y escritura en la escuela debe dejar de ser un “problema” para convertirse en un tema y campo de estudio en las instituciones. Y el primero que debe pasar al banquillo, son los docentes, no los estudiantes, porque es sobre su cabeza y en su hombros donde debe recaer la responsabilidad.

*Docente Unillanos

viernes, julio 15, 2011

El cambalache nacional (1ª parte)


Cavilaciones a raíz del 20 julio, la celebración de nuestra dependencia y en memoria de los Nule, los Moreno, los Arias, Uribe, los Peñalosa, los Samper, Pastranas, Santos, los falsos positivos, la violencia contra niños, el maltrato animal, et cetera, et cetera.

Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*

Darío Echandía caracterizó -lo que ha sido, lo que es y puede ser este país- al soltar una frase amarga que no pierde vigencia: “Colombia, país de cafres”. Las bases de la nacionalidad están sustentadas en la hipocresía, el rezanderismo, el latrocinio, el oportunismo y la violencia. Colombia es lo que se puede llamar una republiqueta de avispados. Hace parte del talante nacional, forjado entre la virtudes antioqueñas de la “verraquera”, el “echado pa`lante” y el “le doy en la cara marica” que han cundido en el país a raíz de la premisa que todo mal se propaga solo y toda virtud es dificultosa.

Por definición un “vivo” o “avispado” es un majadero que se cree más listo que los demás. Y le añade a su estupidez el pensar que otros no se dan cuenta. Su mayor virtud es sacar ventaja y partido de los que respetan las normas, saltándoselas, escamoteando el orden que otros pagan, con el fin de lograr sus propios fines. Refuerzan, en un círculo vicioso, la “anti norma” en otros que terminan asumiendo el patrón obtuso de conducta. Así, cualquier cosa impoluta y de buenas intenciones que caiga en ese fango, termina contaminada.

Los “avispados” constituyen una fauna amplísima y variada, que puede comenzar en el ámbito familiar. Pues, pocos podrán negar que en su familia haya un tío “avispado,”; el que acapara la mejores presas del piquete, acumula y lleva para la casa, mientras sabe voltearle el culo al trabajo que todos hacen por prender el fogón, traer leña y atizar el fuego. Es decir, es de los últimos llamados al oficio pero de los primeros llegados al almuerzo. Si uno se queda mirándolos expresan a modo de justificación: “¡No se bobo!, ¡hágale o sino esto se pierde!”

En los flujos de tráfico dificultoso, cuando hay un trancón, por ejemplo, y los demás aguardan con estoicismo, suele revelarse el “avispado” lanzándose de improviso por la vía despejada de contraflujo. Ponderan su osadía hasta que encontrándose con otro vehículo en sentido contrario, terminan atascando peor el nudo y se hacen sordos por rebeldía de no dar su brazo a torcer y retroceder públicamente de su error. Y eso que llevan estampillado en el vidrio trasero por ostentación: “Use su inteligencia vial”.

El ambiente natural del “avispado” y el “vivo” en Colombia es la arena política. En política colombiana no se sale adelante con ideas, con principios y valores, sino que se sobrevive con “viveza”; es decir, sabiendo usar a los demás en beneficio de los propios intereses. No hay político colombiano que no se haya hecho elegir con miras a incrementar y favorecer su patrimonio personal. Es más, la política en Colombia es una prolongación de la empresa familiar privada para conquistar y someter los ámbitos de decisión pública a favor de los intereses consolidados de la empresa o el negocio de familia.

Se puede empezar siendo un simple comerciante a comerciante exitoso que empieza a contratar con el Estado hasta percatarse que el resorte de la contratación pública está en la política por lo que se termina ejerciendo este noble oficio de la “cosa pública”.

El trabajo duro, la ganancia ponderada, el respeto al bien ajeno y público, todo lo que antes se veneraba, suele ser considerado por el “avispado” asunto de bobos. Asumen la infinita tolerancia que les debemos tener como idiotez, o falta de malicia, cuando lo que nos ha tocado, es luchar con estoicismo para soportarlos, sufrirlos, porque al final, como dije, pueden ser hasta un primo tarado o un amigo bobo que interpretó mal la flexibilidad de un sistema que estimulaba la confianza, armonía y la cooperación, como grietas para sacar partido personal.

¡Viva el ser nacional y avispado este 20 de julio con una cinta en el pecho que diga: aquí nadie se deja!

*Docente Unillanos

jueves, junio 23, 2011

Para la libertad

Ana Fabricia Córdoba



Miguel Hernández

Para la libertad
Sangro, lucho, pervivo
Para la libertad
Mis ojos y mis manos
Como un árbol carnal, generoso y cautivo
Doy a los cirujanos.

Para la libertad
Siento más corazones
Que arenas en mi pecho
Dan espuma mis venas
Y entró en los hospitales
Y entro en los algodones
Como en las azucenas.





Porque donde una cuencas
Vacías amanezcan
Ella pondrá dos piedras
De futura mirada
Y hará que nuevos brazos
Y nuevas piernas crezcan
En la carne talada.

Retoñarán aladas
De savias y de otoño
Reliquias de mi cuerpo
Que pierdo en cada herida
Porque soy como el árbol
Talado que retoño
Aún tengo la vida





Aún, tengo la vida.


martes, junio 14, 2011

El buen tono

Uno podría escribir cualquier cosa. Pero falta el buen tono. Casi que escribir exitosamente depende de eso. Es como hallarlo en nuestros dedos, en las primeras pisadas de las teclas de un piano: es la nota precisa, el primer movimiento afortunado que desata el resto de la sinfonía. Si uno no tiene la fortuna de sentirlo, de intuirlo en el primer impulso, es mejor dejar para después, para otro sol. Si lo tienes, entonces pueden salir cosas felicísimas como el inicio del Quijote o Cien años de Soledad. Repito la oración de invocación de las musas: “Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos…” O, “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el Coronel Aureliano Buendía, había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo…”

Lo malo es que sobre el buen tono no existen prescripciones. ¿Cómo podría, a un fenómeno que tiene mucho de acústico, enlazado profundamente con la voz interior y personal del escritor, formularse en una receta?

A tientas uno podría decir que un tono encontrado, otorga la cadena de elementos que se irán sumando, un minúsculo big bang que despliega el resto de creación. Se puede intuir la historia, se puede experimentar de forma vaga la idea de lo que se quiere expresar, pero si no se halla el tono, no tendremos el primer peldaño para apoyar nuestro primer paso. La angustia de la página en blanco suele ser la ausencia de tono. Se va y se viene, se le da varias vueltas al asunto pero lo que resuelve es cierta cadencia, ciertos acentos que se compaginan y permiten la emergencia, que se dé a luz.

En muchas partes he encontrado la alusión a que un buen escritor debe tener buen oído. Pero es sobre todo en el comienzo, cuando es necesario descifrar una tonada nueva, reveladora. Y cada cadencia es distinta, oscura, intuida.

La prosa paga así una vieja deuda a los orígenes de ella misma en el canto y la poesía. Cada lenguaje tiene su música y escribir es aprenderla. Un hablante de lenguas germánicas sentirá de forma viva en el castellano un “cantadito”. Si no se escucha escribiremos como sordos. Nuestra escritura no tendrá cadencia, no seducirá, no lograrán ser oídos los graznidos.

Por ello lo que más se escucha, en momento clave oprimir la tecla, es el silencio, casi opresivo. Toda palabra, pronunciada o escrita, es la irrupción de sonido en el vacío. Muy seguramente, antes de la palabra, surgió en la garganta de los primeros hombres que recorrían las llanuras, o en la hembra que acunaba, un canturreo para calmar, acompañar, para vencer el miedo y la angustia, que llega hoy sofisticado en obras liberarías: “En un lugar de la Macha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.”

miércoles, mayo 25, 2011

La Autoupia Universitaria


A raíz del proyecto de reforma a la educación superior me gustaría reflexionar sobre el tema de la “Autonomía Universitaria”.

El concepto de “autonomía universitaria” es el concepto más invocado y molido al interior de las instituciones de educación superior. Surge sobre todo en los momentos de crisis, cuando la universidad se siente amenazada por factores de orden externo. Llámese, injerencia política, política pública en materia de educación o demanda social por parte de la empresa.

En primer lugar se podría decir que el concepto de AU es más un ideal que una realidad; una simple aspiración cuya concreción choca de base con la realidad social y económica en la que se ubica. La interconexión necesaria y de subsistencia de la U la lleva a establecer múltiples acuerdos y a someterse a fines exógenos que demanda la sociedad de ella.

La AU es una utopía que nos hemos creído. Frente a los hechos y decisiones, la AU suele salir maltrecha y lesionada.

La aspiración a una utonomia universitaria está relacionada con la profundización en la relación con el saber, subrayo, que en nuestro país, es débil. La carga de elementos, de argumentos suele ser vencida frente a la decisión política que no es del todo arbitraria, aunque lo sea.

miércoles, mayo 18, 2011

Universidad y Reformas


Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*

Misión de las Universidades y de la Educación Superior
Sería bueno recordar la naturaleza esencial como centros del saber de las universidades desde que se establecieron. Asociación de carácter civil (surgen en el medioevo con el advenimiento de nociones modernas y fundamentales como “ciudad” y “ciudadanía”). Así, ciudad, ciudadanía y universidad, configuran el entramado básico de modernidad sobre el cual se levantan los pilares de las sociedades occidentales modernas. Aunque siempre aspiró a su independencia de manera permanente ha estado circunscrita, rodeada y pretendida por otras esferas del poder como la iglesia, la monarquía y los nuevos estados nacionales que surgieron después de la edad media.

A la intensión filantrópica y desinteresada del saber se le han sobrepuesto el uso instrumental del conocimiento en beneficio de los sectores que la han pretendido y domeñado. La iglesia, para afianzar su pretensión ecuménica de sometimiento del pensamiento y voluntad humana; las monarquías, para establecer su aparto imperial y los Estados nacionales, para hacer prevalecer sus objetivos de gobierno y administración.

Los nuevos estados, le han endilgado la misión de proyección para consolidar procesos de desarrollo y progreso, a favor del beneficio público. Por ello, en los dos últimos siglos, ha tenido un carácter público y han sido consideradas un bien común.

Ahora una nueva esfera de poder privado altamente desarrollada y consolidada en el sector financiero tiene sus ojos en ella. Con idénticos fines de sus pretensores anteriores. Es un proceso que ha venido desarrollándose desde los 70 y que cuarenta años después lo ha logrado de manera excelsa y exitosa.

Daniel C. Levy (2009) sostiene que la “Privatización de la Educación Superior ha capturado enorme atención por el despertar de este tremendo crecimiento en recientes décadas”. El proceso se ha desarrollado tanto, que en algunos países como Japón e Indonesia, el 80 y 90% del total de las instituciones de educación superior son privadas con índices de matrícula estimados en el 70%. En América Latina, Chile y Brasil, ostenta porcentajes semejantes.

Lo cual trae cuestionamientos y readaptaciones de gran trascendencia para los gobiernos que la asumen, el sector privado que la pretende, y los sectores beneficiaros de la educación pública en vías de privatización, como los estudiantes, tanto los que están dentro del sistema como los que están excluidos, que en Colombia alcanza cifras de un 65%. Estimado aún mayor en regiones de escaso desarrollo como la Orinoquia y agudizados por procesos como la deserción.

Las sociedades del conocimiento y el nuevo rol del saber
Alvin Toffler, (1990), había anunciado décadas atrás que el saber iba a estar en el centro de la disputa al convertirse en el insumo clave generador de poder. Ese mismo poder que había radicado en la fuerza y la violencia, y posteriormente en el dinero, se desplazaba ahora a las esferas de conocimiento. Es difícil de acaparar, es de alta calidad, está abierto y es democrático, si se compara con las condiciones de los poderes que lo han antecedido. Supera al poder de la violencia y dinero. Aún, los crea y los refuerza si se tiene. No es un asunto para dejar “por ahí”.

Sin embargo, puede ser restringido, escamoteado, dado en poca proporción y calidad. 110.000 estudiantes se presentan semestralmente a la Universidad Nacional de Colombia con pretensiones de obtener un cupo y sólo lo consiguen 10.000. La deficiencia crónica de recursos, el menguado presupuesto para investigación y formación docente en universidades públicas regionales, la mala dotación de laboratorios e insumos, establecen sendas de baja calidad y disparidad con respecto a universidades públicas desarrolladas.

Así como es síntoma propio de sociedades realmente democráticas los altos índices de lectura, el estatuto de las universidades como bien público, el libre y gratuito acceso a ella en condiciones de calidad constituye los reales pilares de una sociedad democrática.

Ley de iniciativa gubernamental o de Estado
La propuesta de reforma a la educación superior presentada por el actual gobierno más que claridades sobre el sector arroja dudas, vacíos y oscuridades. Parece revelar entre líneas una agenda oculta que al igual que el proyecto de reforma al sector de la salud de 1993, que pretendía un “nuevo y ambicioso camino dirigido a lograr mayor cobertura y calidad”, arrebató para los colombianos el derecho fundamental de la salud e hizo naufragio reciente, mostrando de manera aviesa las pretensiones de la inversión privada en el sistema nacional de salud.

Pone a prueba, desde luego, la filantropía de los sectores privados, que bajo la tutela de nuestra católica formación, hizo de nuestras clases más pudientes, el fin interesado del dinero, la usura y la mezquindad ruin.

No explica de qué manera, entrarán a coadministrar el sector inversionista las instituciones de educación superior, dejándola para posteriores desarrollos de la ley.

Posteriormente, ¿entrarán a formular las políticas de educación superior en el país?

¿Cómo se diseña el logro de la calidad y la equidad?

¿La participación del capital privado en la educación superior constituye la solución a la cobertura con calidad de la educación?

¿En últimas, el Estado Colombiano renuncia a asumir los costos de la educación superior de los colombianos trasladándolos al bolsillo de las nuevas generaciones a través del establecimiento de fondos estatales y privados de financiación?

No define el interés superior que debe orientar las instituciones de educación superior y desoye las directivas de la última Conferencia Mundial sobre Educación Superior auspiciada por Naciones Unidas que pregona por “la función de la enseñanza de tercer ciclo para abordar los desafíos mundiales –de la erradicación de la pobreza, el desarrollo sostenible y la educación para todos- al tiempo de renovar su compromiso de mejorar el acceso, la calidad y la igualdad entre los sexos”.

Igual, no contempla el terreno desigual. Es una reforma sin tamizado y sin amortiguadores para la diversidad de pisos y grados de desarrollo de las universidades públicas del país.

Las Organizaciones para discutir, negociar
De manera desafortunada Colombia ha tenido y largo y reiterado proceso de fracaso de los movimientos populares para discutir, negociar y resistir. Desde los mismos procesos fundacionales de levantamiento, los sectores civiles han fracasado por carecer de capacidad, formación y cohesión para afrontar las reformas impuestas.

Hemos tenido una izquierda retórica, caníbal, y anarquista, puramente activista que no ha sabido luchar de manera sistemática y sostenida para negociar con oportunidad, inteligencia y ventaja.

Esta crisis que afronta la universidad, que al menos ha servido para despertar los sectores de la educación superior de país, ojalá sirvan para formular una nueva ley, iniciativa del Estado y no del gobierno, para establecer la condiciones optimas para el desarrollo de la educación superior pública en el país.

*Docente Unillanos

Fuentes de Documentación
Levy, Daniel C. Una nueva dinámica: privatización de la Educación Superior, 2009. Conferencia Mundial sobre la Educación Superior.
Toffler, Alvin. El Cambio de Poder. 1990.
http://www.unesco.org/es/wche2009/
http://www.unesco.org/es/the-2009-world-conference-on-higher-education/higher-education-and-global-challenges/

miércoles, abril 27, 2011

Ley vrs Cultura

Pedro Antonio Barajas Delgadillo, era subteniente de la Dijin en Bogotá. O sea, era un policía, alguien que velaba porque la ley se cumpliera. El pasado martes en la noche, conduciendo en estado de embriaguez, atropelló a un taxista y salió huyendo, a sabiendas de lo que el hecho le acarrearía. Unas semanas atrás, la teniente coronel de la Policía, Luz Eugenia Molta Garcés, había sido rescatada por los taxistas en idénticas y lamentables condiciones. Ebria, había chocado su auto contra un separador de la Boyacá.

El General Naranjo apareció en los medios, prácticamente pidiéndole la renuncia a la mujer cuando apenas se reponía del guayabo. De la coronel.

El pasaje se debió llegar a la cabeza al subteniente Barajas, así que buscó escabullirse y refugiarse en su apartamento. Estaba en juego su carrera, la subsistencia económica de su familia y la dignidad de su profesión ante los ojos de la sociedad. El objetivo de huir resultó prácticamente imposible, pues, una jauría de taxistas, razonablemente disgustados, corría para pillarlo y detenerlo. Lo pescaron intentando ingresar a bloque de apartamentos donde vivía, y si no llega la “policía” lo linchan. Condujeron al subteniente al interior de una patrulla y allí sucedió lo que nadie se imaginaba. Con su arma de dotación se pegó un tiro.

Así, el subteniente Barajas, resultó siendo un victimario y una víctima, mientras Roy Barreras, y alguna otra representante a la Cámara, pretenden endurecer la Ley contra conductores ebrios, sin decir ni chistar nada en contra del aparataje mega estructural en Colombia que propicia y estimula el consumo de licor.

La fábricas licoreras departamentales –del gobierno-, la empresas cerveceras del país que en cada partido de fútbol de la selección Colombia nos embute por los ojos litros de “Águila”. Todas las ferias y fiestas de pueblo que subsidia el mismo gobierno cuyo centro de referencia es la fuerte libación de licor, las fiestas patrias, familiares y de amigos, estimulados a diario por radio, prensa y televisión para que bebamos con soñadas chicas, perfeccionadas a punta de “embellecedor”.

La policía misma sabe que el consumo de licor está asociado a toda clase de delitos y violencia en el país y que lo de los conductores ebrios es la de menos; la doméstica, lo callejera, en el campo, la urbana, en los sectores juveniles, etc.
Es problema es estructural y de cultura. Dos cosas que no se han querido ver y se ha querido tapar con una “layesita” que genera réditos políticos a algún senador con viudez de poder o una representante oportunista que quiere ganar bendiciones de los sectores moralistas del país.

Respetables padres, madres, tías, amigos, amigas, cuñados, sobrinos, consortes, novias, amantes y al fin, todos nosotros, que nos corremos nuestros guarilaques y nos guasquiamos; y lo aprendimos -¡Chúpese uno pa´que sea macho!- porque lo vimos desde niños en nuestras fiestas de familia, en las plazas de nuestros pueblos, en la tienda del vecino, incluidos los que iban a ser policías, tenderos, relojeros, coroneles, ventrílocuos o intelectuales postmodernos. ¡Gua!!!

¡Algo está pasando con la ley que a los mismos policías les resulta imposible cumplir!

jueves, marzo 10, 2011

La patria difícil

Quizás con el Urabá y el Departamento de Córdoba, el Meta y los llanos orientales han sido una de las regiones más azotadas por la violencia. Se remonta a los años cincuenta y aún, a diez años de un siglo nuevo, sigue aleteando como un cuervo, intacta, instalada con rostro sombrío en muchos pueblos de la región llanera, acechando desde de la subversión, el paramilitarismo, el narcotráfico, e incluso, en casos desafortunados, desde la misma fuerza pública. Los organismos que han tratado de luchar contra ella, condenándola desde cualquier lugar de origen, bajo el pregón de la ideología que sea, han sido cegados y perseguidos.

Las entidades que están consagradas por la defensa de la vida y el derecho humanitario, aquí, donde su acción debería ser más enérgica, es discreta. Igual, no tenemos una iglesia activa en este sentido en la región, ni una academia con coraje para aportar reflexión sobre los procesos de violencia que vivimos. Se medra en las instituciones, volviendo la espalda al asunto, disfrazados de intelectuales bajo la capa de la palabrería seudointelectual postmoderna, pasando los días de resaca en resaca.

O cuando más, se enquistan en entidades culturales para saquearlas y quebrarlas.
La ausencia de las organizaciones civiles activas y defensoras de los derechos humanos, agudizan el conflicto pues dejan a los bandos enfrentados, perpetuarse en la dinámica de la guerra y generalizarla, sin cortapisas y avisos de contención. Los medios de comunicación, prendidos de la alharaca diaria y la carrera detrás de la pauta, se han silenciado en el barullo del chisme político, los refritos y la producción periodística detrás de la pantalla de internet.

Si los mismos bandos, expresan de una u otra manera la necesidad de paz, no debería ser el arbitraje del conflicto su punto de mira. A no ser que de manera soterrada, se desee escalar y profundizar el conflicto.

Hace unos dieciocho años conocí a Josué Giraldo Cardona, fundador de una organización en defensa de los derechos humanos en la región. Aunque persistieron en vincularlo con grupos armados, nunca lograron demostrarlo sus contradictores y su acción estuvo enfocada a la defensa de la vida. Recibió el respaldo de organismo internacionales respetables pero el gobierno de turno fue incapaz de garantizarle la protección de su integridad.

Deploraba el ejercicio de la guerra y la violencia, desde cualquier bando. Alguna vez escribió: “Nadie puede defender la vida sin amar y nadie puede amar sin realmente defender la vida”.