miércoles, noviembre 17, 2010

El “populismo punitivo” y otras mentiras








Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*

Es muy conocida la anécdota nacional de que, encaminados los pasos de algunos jurisconsultos colombianos a París con fines de una entrevista con el genio literario Víctor Hugo para ver lo que éste opinaba sobre la Constitución Colombiana de 1863, expresó con bastante pereza que se trataba de un “Constitución redactada para ángeles”. Dicho esto cerró su gabinete y los despachó. Unos quedaron con la idea de que era un elogio y otros con la sensación de una crítica.

Seguramente la duda persistió por varios años. Sin embargo, de un halago tan largo, es bueno desconfiar. Para los europeos, hemos parecido todo, menos ángeles. Así que bien pudo Víctor Hugo estar refiriéndose a una especie de “populismo legislativo”, muy al tenor de lo que se ha venido hablando hoy en día como “populismo punitivo”: la pretensión de que sólo basta la promulgación de leyes y decretos para corregir realidades torcidas.

Manuel González Retamar, refiriéndose a las leyes de indias promulgadas por los reyes de España para mitigar el abuso sobre los indios que cometían hacendados y encomenderos, sostiene que fueron hipócritas e inútiles, pues, el contexto social que auspiciaba la Corona daba para que se cometieran los abusos. Así, todo el mundo sabía que eran leyes para no cumplirse.

Venidos a los hechos actuales la derogación del decreto que establecía la promoción automática en la educación y la propuesta de Roy Barreras de endurecer las penas para los conductores que manejen bajo efecto de licor u otras drogas es puro populismo legislativo. Lo de Roy es pura emulación servil al paradigma autoritario del doctor “Varito”. No viene al caso su sobreactuación legislativa, lo que quiero considerar es lo siguiente:

La educación colombiana era tan mala antes como lo fue después del famoso decreto de la promoción automática, que fue una medida solamente para paliar los indicadores sociales de los gobiernos, como la deserción y la repitencia escolar. El contexto social educativo y las políticas del gobierno, que priorizaron el cubrimiento, dejaron el tema de la calidad en segundo lugar. La eliminación del decreto y el retorno al sistema de notas, que va a rajar a medio mundo en colegios públicos, en futuro corto y mediano, no solucionará nada sino se trabaja en la calidad de la educación colombiana y ésta se vuelve prioridad en la agenda del gobierno nacional.

Segundo, el recrudecimiento de penas para conductores ebrios, en un país donde todos, incluido el gobierno, hemos conspirado para ser una nación de reinados, festivales, bazares, francachelas, fiestas familiares y otros jolgorios públicos y privados, sólo criminalizarán la actividad del codo ampliamente estimulada por la cultura nacional y que suele derivar en tragedias. Habría que empezar a cultivar una cultura del no consumo, empezando por senadores y presidentes, que suele recibir generosas contribuciones de empresas dedicadas a la producción de bebidas embriagantes.

*Docente Unillanos

sábado, noviembre 06, 2010

Las lenguas viperinas


Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*

La lengua tiene una función primordial que los lingüistas llaman referencial; el lenguaje tiene un carácter simbólico y representativo de una realidad y ese carácter pesa con mucha fuerza en la conciencia del hablante. Lo cual configura, precisamente, el engaño. Es decir, se asume que todo lo que nos revela el lenguaje, tiene una directa y necesaria relación con la realidad independiente del emisor o su intención. Así, una fuente bien prestigiada, por ejemplo, puede ser la fuente de mayor mentira, como lo fue y lo sigue siendo el ex presidente Uribe, el hombre más sincero para mentir. Y un emisor desprestigiado, decir verdades, como el pastorcito, así ya nadie crea sus verdades. Como el caso de Martha Leal y otros funcionarios del Das procesos por el caso de la chuzadas a magistrados y opositores del régimen.

El presidente Uribe no sólo tuvo una relación anti referencial con el lenguaje, sino que fue una voz cantante y sonante del insulto a través de la grabación puesta al aire donde amenazaba a uno de sus subalternos: “me tiene muy verraco y le doy en la cara, marica”.

Igual, tenía una lengua que no descansaba -ni descansa ahora con miras a la Alcaldía de Bogotá- para sembrar el rumor, la inquina, inocular el malestar, meter la duda, regañar, desprestigiar y condenar con falsos apelativos. Con actitud desbordada se pronunciaba en consejos comunitarios que hacía trasmitir en vivo por el canal institucional en lo que han caracterizado los lingüistas como abuso de poder configurado en el acceso privilegiado al discurso público. Sus exponentes supinos de esta práctica, Francisco Santos y Obdulio Gaviria, enfrentan un proceso ante la justicia por una difamación semejante en contra de unos sindicalistas del Valle. Se han excusado reiteradamente a través de sus apoderados de rendir declaratoria, aduciendo inseguridad; la misma en la que no pensaron cuando condenaron con sus lenguas a quienes difieren de su dogma político.

El ejemplo más palpable de cómo ha cundido el mal y que permite medir el clima de opinión nacional, lo constituyen los foros de opinión de los diversos medios escritos del país. Establecidos para generar la expresión del lector y configurar espacios para el debate, se han convertido en cloacas para el insulto y el ultraje verbal de energúmenos.

Recién leía a alguien sensato expresarse en un foro de esos: “Basta echar una mirada a los incontables foros de internet para tomarle el pulso al triste estado de las cosas: demasiados lectores no entienden lo que leen. Curiosamente (o tal vez no tanto), los comentaristas que menos comprensión demuestran son los que con más dedicación insultan; los comentaristas que más insultan, por la misma lógica, son los que peor escriben. Y esto ocurre siempre: no hay excepciones a esta regla. Los comentaristas de una columna cualquiera, de la posición política que sea, tienen una capacidad extraordinaria para encontrar en el texto lo que quieren encontrar, aun si el columnista no lo ha dicho ni por asomo; el texto, para ellos, es un trampolín desde el cual ventilar sus resentimientos, sus frustraciones, sus manías.”

*Docente Unillanos