miércoles, marzo 18, 2009

Colombia a destiempo

Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*

Colombia es un Estado que funciona a destiempo. Su reloj se detuvo hace mucho. Siglos quizás. Oscilamos entre un periodo medieval de señores terratenientes donde el valor preponderante radica en la tenencia y uso de la tierra que se dedican al ejercicio de la guerra a través de ejércitos particulares, por una parte.

De otra, padecemos, más que ser salvados, por una izquierda que rumia una doctrina casi decimonónica, que se consolidó en los 50 del siglo pasado con el bloque socialista pero se derrumbó del todo hace veinte años con el muro de Berlín.

Obviamente era y es una respuesta al estado medieval que han hecho pervivir en Colombia las oligarquías cortesanas que con el advenimiento de Uribe obtuvieron carta de naturaleza de los que son los regímenes feudales donde el poder omnímodo recae en un gran señor.

Contario a la evolución del poder de la que habla Alvir Toffler, el cual se ha venido desplazando de la violencia y la tierra hacia la riqueza, para recién sufrir una nueva fractura para sentar su centro de gravedad en el conocimiento y el saber científico, Colombia es un país que se aferra de manera feroz y fratricida en el valor de la tierra. Esa visión del país con espejo retrovisor nos ha impedido siquiera acceder a los procesos de modernidad, la cual incluso ya es superada por una nueva dimensión de desarrollo, la post modernidad con prevalencia del comercio internacional, la integración tecnológica y comunicativa de la comunidad mundial y la supremacía del saber como factor clave de riqueza y desarrollo.

Mientras los antiguos Estados han dado paso a las multinacionales, la integración de grandes bloques económicos geoestratégicos, la acentuación de la investigación y la lucha por suscribir el mayor número de patentes de los centros de investigación y universidades, en Colombia facciones anacrónicas de izquierda y derecha no han podido superar un visión de tiempo pasado para asumir los retos de nuevos tiempos, haciendo sufrir y sacrificando una población civil que no encuentra la vías legales, educativas y de infraestructura para superar la pobreza y el atraso.

Claro, es posible que hayamos avanzado un poco, pues el sello particular del Presidente Uribe, nos ha hecho derivar hacia un especie de Wester colombiano desdibujando y distorsionando de manera grave la visión penal del derecho en Colombia, donde todo vale por la plata y se ofrecen de manera constante bolsas de dinero como recompensa al que delate, por encima de la visión ética y social del derecho. Vale de todo: cortar manos, ejecución extrajudiciales o desapariciones, falsos positivos e imperio de la ley del más fuerte y las pistolas más rápidas.

Subraya Hans Welzel, jurista alemán: “La misión del Derecho Penal consiste en la protección de los valores elementales de conciencia, de carácter ético social…”. Agrega: “la misión más profunda del Derecho Penal es de naturaleza ético-social y de carácter positivo. Al proscribir y castigar la inobservancia efectiva de los valores fundamentales de la conciencia jurídica revela, en la forma más concluyente a disposición del Estado, la vigencia inquebrantable de esos valores positivos de acto, junto con dar forma al juicio ético-social de los ciudadanos y fortalecer la conciencia de permanente fidelidad jurídica

Claro, es normal que las razones de derecho tiendan a desaparecer en un estado medieval o westeriano, representado en el vituperio y ataque permanente a la Corte Suprema de Justicia, blanco predilecto de dicterios desde la casa de Nariño en cabeza de José Obdulio Gaviria, alter ego del presidente Uribe.
*Docente Unillanos

lunes, marzo 09, 2009

Un periódico de ayer

Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*

Consultó en periódico por Internet y aparece en la pantalla del portátil: “Miami Herald planea recortar 1.600 empleos… la crisis de economía mundial tocó a este rotativo”. Voy a mis archivos y reviso otros titulares por estilo que han aparecido durante los últimos seis meses, que son apenas un eco en concreto de un rumor y una tendencia que ha venido tomando cuerpo: los periódicos como tal, como los conocimos, tienden a desaparecer y en unas décadas es posible que se conserven como piezas de museo.

Hace muy poco encontré otra noticia muy parecida, con el ante título: La crisis mundial de la prensa escrita: “El diario El País, de Madrid, integrará sus redacciones y operaciones de Internet y el impreso”. El consejero delegado del grupo Prisa, Juan Luis Cebrián, manifestó de manera escueta: "En cinco años, con toda seguridad existirán periódicos escritos. Dentro de 10, si se hacen las cosas precisas, a lo mejor, probablemente sí. En 15, no estoy seguro de que sigan existiendo tal y como los conocemos. Existirán si luchamos para que existan".

De acuerdo con una comunicación oficial, El País se convertirá en una empresa de producción de contenidos para papel, internet y teléfonos móviles y las operaciones económicas de las ediciones de papel y web también se fusionarán.

Mágico final para uno de los periódicos más influyentes de España.

El New York Times, igualmente, afronta una crisis de dimensiones semejantes: tuvo que vender su tradicional edificio y su edición impresa se limita a un diez por ciento del tiraje de otros años. La gente ya no lee periódicos; entra a internet y revisa los titulares en complementación con otras ofertas de información que le brindan revistas especializadas, empresas, instituciones de investigación, universidades, blogs particulares y otras.

La publicidad y los clasificados, dos conceptos de ingreso de los periódicos tradicionales, son más económicos –en el caso de la publicidad-; y gratuitos en el caso de los clasificados, presentados de manera más diversa en páginas especializadas de internet con infinito cubrimiento: la red social y de vanidades de las páginas sociales, tienen auspiciantes y gratuitos anunciantes en Facebook, Sonicco y otros.

En los famosos diálogos “Del Tigre y el Alcaraván” se menciona a manera de apunte que los diarios seguirán acompañándonos de manera nostálgica en los escurridizos deslices al baño, mientras meditamos bien sentados sobre la metafísica de la vida cotidiana porque hasta allí es difícil que nos acompañe el portátil. Aunque seguramente, pronto aparecerán monitores justo al frente del excusado, donde podamos revisar videos, noticias internacionales o estar comunicados en vivo y en directo con otros amables socializadores, como solían hacerlo los romanos en sus baños públicos en sus públicas deposiciones.

Como en todo, en torno a esto habrá una ganancia y una pérdida. Se ganará a la información y comunicación como un patrimonio colectivo y efectivamente comunitario. Los periódicos, que han sido patrimonios familiares, aliados del poder y exclusividad de áulicos y asociados de las casas editoriales, serán un bien en poder de todo el mundo. Incluso habrá una ganancia medio ambiental extra.

Se perderá en cambio, la sensación al contacto del papel y una especie de cariño que surgió con el panfleto siglos atrás. La posibilidad de ir hasta el kiosco de la esquina, ajustarnos en la boca un cigarrillo y caminar al atardecer con un diario debajo del brazo, para leer sin prisa y con estilo en un silla de un parque.

*Docente Unillanos