Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*
Consultó en periódico por Internet y aparece en la pantalla del portátil: “Miami Herald planea recortar 1.600 empleos… la crisis de economía mundial tocó a este rotativo”. Voy a mis archivos y reviso otros titulares por estilo que han aparecido durante los últimos seis meses, que son apenas un eco en concreto de un rumor y una tendencia que ha venido tomando cuerpo: los periódicos como tal, como los conocimos, tienden a desaparecer y en unas décadas es posible que se conserven como piezas de museo.
Hace muy poco encontré otra noticia muy parecida, con el ante título: La crisis mundial de la prensa escrita: “El diario El País, de Madrid, integrará sus redacciones y operaciones de Internet y el impreso”. El consejero delegado del grupo Prisa, Juan Luis Cebrián, manifestó de manera escueta: "En cinco años, con toda seguridad existirán periódicos escritos. Dentro de 10, si se hacen las cosas precisas, a lo mejor, probablemente sí. En 15, no estoy seguro de que sigan existiendo tal y como los conocemos. Existirán si luchamos para que existan".
De acuerdo con una comunicación oficial, El País se convertirá en una empresa de producción de contenidos para papel, internet y teléfonos móviles y las operaciones económicas de las ediciones de papel y web también se fusionarán.
Mágico final para uno de los periódicos más influyentes de España.
El New York Times, igualmente, afronta una crisis de dimensiones semejantes: tuvo que vender su tradicional edificio y su edición impresa se limita a un diez por ciento del tiraje de otros años. La gente ya no lee periódicos; entra a internet y revisa los titulares en complementación con otras ofertas de información que le brindan revistas especializadas, empresas, instituciones de investigación, universidades, blogs particulares y otras.
La publicidad y los clasificados, dos conceptos de ingreso de los periódicos tradicionales, son más económicos –en el caso de la publicidad-; y gratuitos en el caso de los clasificados, presentados de manera más diversa en páginas especializadas de internet con infinito cubrimiento: la red social y de vanidades de las páginas sociales, tienen auspiciantes y gratuitos anunciantes en Facebook, Sonicco y otros.
En los famosos diálogos “Del Tigre y el Alcaraván” se menciona a manera de apunte que los diarios seguirán acompañándonos de manera nostálgica en los escurridizos deslices al baño, mientras meditamos bien sentados sobre la metafísica de la vida cotidiana porque hasta allí es difícil que nos acompañe el portátil. Aunque seguramente, pronto aparecerán monitores justo al frente del excusado, donde podamos revisar videos, noticias internacionales o estar comunicados en vivo y en directo con otros amables socializadores, como solían hacerlo los romanos en sus baños públicos en sus públicas deposiciones.
Como en todo, en torno a esto habrá una ganancia y una pérdida. Se ganará a la información y comunicación como un patrimonio colectivo y efectivamente comunitario. Los periódicos, que han sido patrimonios familiares, aliados del poder y exclusividad de áulicos y asociados de las casas editoriales, serán un bien en poder de todo el mundo. Incluso habrá una ganancia medio ambiental extra.
Se perderá en cambio, la sensación al contacto del papel y una especie de cariño que surgió con el panfleto siglos atrás. La posibilidad de ir hasta el kiosco de la esquina, ajustarnos en la boca un cigarrillo y caminar al atardecer con un diario debajo del brazo, para leer sin prisa y con estilo en un silla de un parque.
Consultó en periódico por Internet y aparece en la pantalla del portátil: “Miami Herald planea recortar 1.600 empleos… la crisis de economía mundial tocó a este rotativo”. Voy a mis archivos y reviso otros titulares por estilo que han aparecido durante los últimos seis meses, que son apenas un eco en concreto de un rumor y una tendencia que ha venido tomando cuerpo: los periódicos como tal, como los conocimos, tienden a desaparecer y en unas décadas es posible que se conserven como piezas de museo.
Hace muy poco encontré otra noticia muy parecida, con el ante título: La crisis mundial de la prensa escrita: “El diario El País, de Madrid, integrará sus redacciones y operaciones de Internet y el impreso”. El consejero delegado del grupo Prisa, Juan Luis Cebrián, manifestó de manera escueta: "En cinco años, con toda seguridad existirán periódicos escritos. Dentro de 10, si se hacen las cosas precisas, a lo mejor, probablemente sí. En 15, no estoy seguro de que sigan existiendo tal y como los conocemos. Existirán si luchamos para que existan".
De acuerdo con una comunicación oficial, El País se convertirá en una empresa de producción de contenidos para papel, internet y teléfonos móviles y las operaciones económicas de las ediciones de papel y web también se fusionarán.
Mágico final para uno de los periódicos más influyentes de España.
El New York Times, igualmente, afronta una crisis de dimensiones semejantes: tuvo que vender su tradicional edificio y su edición impresa se limita a un diez por ciento del tiraje de otros años. La gente ya no lee periódicos; entra a internet y revisa los titulares en complementación con otras ofertas de información que le brindan revistas especializadas, empresas, instituciones de investigación, universidades, blogs particulares y otras.
La publicidad y los clasificados, dos conceptos de ingreso de los periódicos tradicionales, son más económicos –en el caso de la publicidad-; y gratuitos en el caso de los clasificados, presentados de manera más diversa en páginas especializadas de internet con infinito cubrimiento: la red social y de vanidades de las páginas sociales, tienen auspiciantes y gratuitos anunciantes en Facebook, Sonicco y otros.
En los famosos diálogos “Del Tigre y el Alcaraván” se menciona a manera de apunte que los diarios seguirán acompañándonos de manera nostálgica en los escurridizos deslices al baño, mientras meditamos bien sentados sobre la metafísica de la vida cotidiana porque hasta allí es difícil que nos acompañe el portátil. Aunque seguramente, pronto aparecerán monitores justo al frente del excusado, donde podamos revisar videos, noticias internacionales o estar comunicados en vivo y en directo con otros amables socializadores, como solían hacerlo los romanos en sus baños públicos en sus públicas deposiciones.
Como en todo, en torno a esto habrá una ganancia y una pérdida. Se ganará a la información y comunicación como un patrimonio colectivo y efectivamente comunitario. Los periódicos, que han sido patrimonios familiares, aliados del poder y exclusividad de áulicos y asociados de las casas editoriales, serán un bien en poder de todo el mundo. Incluso habrá una ganancia medio ambiental extra.
Se perderá en cambio, la sensación al contacto del papel y una especie de cariño que surgió con el panfleto siglos atrás. La posibilidad de ir hasta el kiosco de la esquina, ajustarnos en la boca un cigarrillo y caminar al atardecer con un diario debajo del brazo, para leer sin prisa y con estilo en un silla de un parque.
*Docente Unillanos
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