Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*
La noticia no se difundió mucho pero en el marco del Hay Festival de este año, en el mes de enero, con palcos llenos en el Teatro Heredia y con presencia de la Ministra de Educación se filtró una información de última hora, al momento de premiar los ganadores del Concurso Nacional de Cuento en homenaje a García Márquez. Premio que había consistido en el viaje a Cartagena con acompañante y un computador portátil para cada uno de los autores ganadores: uno de los treinta cuentos premiados, escritos por los niños y jóvenes era un plagio. Después se supo que incluso otro cuento más tenía esa condición. El padre de la niña debió confesar que no estuvo al tanto, me imagino, con el estupor y el deseo de que se lo tragara la tierra.
El hecho me trajo a colación la situación de Henry Benjumea Yepes aquí en Villavicencio hace unos años. Sin embargo, tuve oportunidad de averiguar después, que lo de Henry traía otro lastre o agravante. Parte del trabajo que Henry Benjumea publicó como suyo, y que resultó ser de una profesora de una Universidad del Brasil, fue financiado por el mismo ministerio de Cultura, a través de una Beca de Investigación. Su trabajo “investigativo” estuvo supervisado, creo yo, por la escritora Olga Malaver y el informe final corrió por cuenta de Eduardo Mantilla Trejos. Dos reconocidos escritores de la región que juzgaron de buena fe. Aunque ya venía incubada la falencia, el trabajo, posteriormente, obtuvo recursos del Fondo Mixto del Cultura del Meta para la publicación de la investigación y así salió a la luz pública.
Encontré inconsistencias en su trabajo, sobre todo relativas a terminología especializada en crítica usada de manera irregular que deje consignadas en dos informes.
Sin embargo, Henry Benjumea quería una reseña para una revista literaria de Bogotá y recurrió al sociólogo Omar Baquero, conocido suyo, quien al advertir el plagio de todo un capitulo, lo hizo público en los medios de comunicación. Obviamente, con cierto disgusto por la defraudación, lo que a la postre le costó a Henry su reciente cargo como director de la Casa de la Cultura en Villavicencio.
Benjumea minimizó el asunto atribuyéndolo a un cacofónico y redundante “olvido involuntario”, como si fueran posibles los olvidos voluntarios. O tal vez sí, ¿no? Otra cosa pensó Carmen Chávez Tesser. Consignó la real autora: “El Primer Capítulo: “La pretensión de un marco teórico”, muestra un deliberado intento de plagiar un texto. Tanto en las ideas, como la estructura de estas, como en las frases y en los párrafos copiados textualmente (sin comillas ni referencia alguna), así como en la modificación de algunas expresiones técnicas y omisión de las referencias del texto original, todo ello apunta a un acto deliberado de plagio”[1].
“Nos interesaba únicamente delatar que por todas sus características fue intencional. Es decir, buscamos únicamente defender la integridad profesional del investigador, delatando un acto de deshonestidad intelectual” afirmó Chávez a Llano 7 Días. La cosa se selló más o menos con el compromiso de retirar la obra de circulación.
Cuando la noticia de la niña afloró en Cartagena este año, Henry Benjumea de nuevo era formador de niños y jóvenes en el Guaviare. Ahora, tras su concurso en grupo ante Renata, pasó de agache y forma niños, niñas, jóvenes y maestros en el Meta. En aquella ocasión no dijo nada, se salió de la sala cuando comenzamos a evaluar la circunstancia del plagio de la niña.
A raíz de este hecho, Renata, el Ministerio de Educación y el Ministerio de Cultura decidieron blindarse.
Sin embargo, una idea golpea como aldaba, me imagino que igual a los compañeros de Renata y tiene que ver con el acto de formar –acción central de Renata: la Red Nacional de Talleres Literarios-. Y sobre todo tratándose de este tipo de educación sentimental: enseñar el arte de escribir. Por ello, lo sólido y lo central tiene sobre todo que ver con el ejemplo. Por eso los educadores tradicionales en las escuelas han fracasado. Si el maestro no escribe, el niño o el joven no tendrá razones ni ejemplo para hacerlo, como sucede en la escuela. Igual, si el maestro copia y plagia, ¿tendrán lo niños, las niñas y los jóvenes, motivos para no hacerlo?
¿Qué opinará al respecto la ministra de Educación? ¿O qué piensa Ascun, que financia parte del concurso nacional del cuento, que ha venido posicionándose año tras año? ¿Y RCN? ¿Y la ministra de cultura?
No se puede enviar un doble mensaje a los niños: no plagiar, no copiar, buscar la originalidad, si detrás de quienes forman se haya alguien reconocido ampliamente por un trabajo que defraudó muchas esperanzas en el Meta, nos engañó a varios escritores y traicionó la confianza de amigos y entidades que concurrieron con recursos del Estado para financiar una obra fraudulenta.
La noticia no se difundió mucho pero en el marco del Hay Festival de este año, en el mes de enero, con palcos llenos en el Teatro Heredia y con presencia de la Ministra de Educación se filtró una información de última hora, al momento de premiar los ganadores del Concurso Nacional de Cuento en homenaje a García Márquez. Premio que había consistido en el viaje a Cartagena con acompañante y un computador portátil para cada uno de los autores ganadores: uno de los treinta cuentos premiados, escritos por los niños y jóvenes era un plagio. Después se supo que incluso otro cuento más tenía esa condición. El padre de la niña debió confesar que no estuvo al tanto, me imagino, con el estupor y el deseo de que se lo tragara la tierra.
El hecho me trajo a colación la situación de Henry Benjumea Yepes aquí en Villavicencio hace unos años. Sin embargo, tuve oportunidad de averiguar después, que lo de Henry traía otro lastre o agravante. Parte del trabajo que Henry Benjumea publicó como suyo, y que resultó ser de una profesora de una Universidad del Brasil, fue financiado por el mismo ministerio de Cultura, a través de una Beca de Investigación. Su trabajo “investigativo” estuvo supervisado, creo yo, por la escritora Olga Malaver y el informe final corrió por cuenta de Eduardo Mantilla Trejos. Dos reconocidos escritores de la región que juzgaron de buena fe. Aunque ya venía incubada la falencia, el trabajo, posteriormente, obtuvo recursos del Fondo Mixto del Cultura del Meta para la publicación de la investigación y así salió a la luz pública.
Encontré inconsistencias en su trabajo, sobre todo relativas a terminología especializada en crítica usada de manera irregular que deje consignadas en dos informes.
Sin embargo, Henry Benjumea quería una reseña para una revista literaria de Bogotá y recurrió al sociólogo Omar Baquero, conocido suyo, quien al advertir el plagio de todo un capitulo, lo hizo público en los medios de comunicación. Obviamente, con cierto disgusto por la defraudación, lo que a la postre le costó a Henry su reciente cargo como director de la Casa de la Cultura en Villavicencio.
Benjumea minimizó el asunto atribuyéndolo a un cacofónico y redundante “olvido involuntario”, como si fueran posibles los olvidos voluntarios. O tal vez sí, ¿no? Otra cosa pensó Carmen Chávez Tesser. Consignó la real autora: “El Primer Capítulo: “La pretensión de un marco teórico”, muestra un deliberado intento de plagiar un texto. Tanto en las ideas, como la estructura de estas, como en las frases y en los párrafos copiados textualmente (sin comillas ni referencia alguna), así como en la modificación de algunas expresiones técnicas y omisión de las referencias del texto original, todo ello apunta a un acto deliberado de plagio”[1].
“Nos interesaba únicamente delatar que por todas sus características fue intencional. Es decir, buscamos únicamente defender la integridad profesional del investigador, delatando un acto de deshonestidad intelectual” afirmó Chávez a Llano 7 Días. La cosa se selló más o menos con el compromiso de retirar la obra de circulación.
Cuando la noticia de la niña afloró en Cartagena este año, Henry Benjumea de nuevo era formador de niños y jóvenes en el Guaviare. Ahora, tras su concurso en grupo ante Renata, pasó de agache y forma niños, niñas, jóvenes y maestros en el Meta. En aquella ocasión no dijo nada, se salió de la sala cuando comenzamos a evaluar la circunstancia del plagio de la niña.
A raíz de este hecho, Renata, el Ministerio de Educación y el Ministerio de Cultura decidieron blindarse.
Sin embargo, una idea golpea como aldaba, me imagino que igual a los compañeros de Renata y tiene que ver con el acto de formar –acción central de Renata: la Red Nacional de Talleres Literarios-. Y sobre todo tratándose de este tipo de educación sentimental: enseñar el arte de escribir. Por ello, lo sólido y lo central tiene sobre todo que ver con el ejemplo. Por eso los educadores tradicionales en las escuelas han fracasado. Si el maestro no escribe, el niño o el joven no tendrá razones ni ejemplo para hacerlo, como sucede en la escuela. Igual, si el maestro copia y plagia, ¿tendrán lo niños, las niñas y los jóvenes, motivos para no hacerlo?
¿Qué opinará al respecto la ministra de Educación? ¿O qué piensa Ascun, que financia parte del concurso nacional del cuento, que ha venido posicionándose año tras año? ¿Y RCN? ¿Y la ministra de cultura?
No se puede enviar un doble mensaje a los niños: no plagiar, no copiar, buscar la originalidad, si detrás de quienes forman se haya alguien reconocido ampliamente por un trabajo que defraudó muchas esperanzas en el Meta, nos engañó a varios escritores y traicionó la confianza de amigos y entidades que concurrieron con recursos del Estado para financiar una obra fraudulenta.
*Docente Unillanos
[1] Llano 7 Días. Octubre de 2002.
[1] Llano 7 Días. Octubre de 2002.
1 comentario:
Hoy, lunes por la mañana principio de la semana, empecemos por un "buenos días".
Estoy tan atrasado en literatura metense, que hasta ahora voy en "Seduciendo a Renata", donde lo primero que se da cuenta cualquier lector, es que a Olga Malaver, a Mantilla y al ministerio, los caparon parados. Pero no voy a llenar este espacio con temas que apestan.
En cuanto a Renata, se encaramó en la bestia por el lado que no era, considero que es más urgente crear el hábito de la lectura que enseñarle a escribir a los aspirantes a escritores, porque cuando una persona lee, lo demàs llega por añadidura. "Siento un odio casi infantil porlos que escriben una página sin una biblioteca quelos respalde" Decía Rulfo.
Ah..! pero lo mío es otra cosa:Quiero felicitarlo por sus cartículos, necesito su correo, Otto Salazar, y me gustaría leer un artículo que publicó en Parresia: Viaje a Yopal.
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