Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*
Para la fecha en que uno de los peores presidentes de los Estado Unidos tiene el decoro de bajarse del bush y hacer relevo de poder con el primer negro (medio negro) que será presidente de los EUA, para culminar una lucha de doscientos años por los derechos humanos y la igualdad de los seres humanos, tres presidentes en Latinoamérica se aferran al poder con argucias reeleccionistas: Uribe, Chávez y Correa.
Los dos primeros son alumnos aventajados y el tercero, Correa, es un idiota que los secunda bajo la férula indicativa de Chávez. Pero aún dentro de ellos, Uribe saca ventaja, por ser el más sincero a la hora de mentir. Habla con el corazón en la mano para perpetrar las afirmaciones más mendaces frente a un pueblo intonso e ignorante, y sabe callar, ocultar y sesgar los escándalos más procaces que han salpicado su gobierno.
A Chávez le queda difícil ocultar un corazón de chafarote, autoritario y rústico, pero ha sido hábil para cultivar alianzas en la región, y tal vez… tal vez… tenga un sentido de pueblo genuino. Pero no deja de ser un cultor de su propio ego, al igual que Uribe, y un silenciador de todas las opiniones que lo contradigan. La aspiración de ambos de crear un partido único o varios en convergencia a su persona, como ha sido el caso de Uribe, los pone en la senda de un unitarismo caduco y vencido en otras latitudes.
Uno al otro se refuerzan y se justifican en sus pretensiones reeleccionistas, y se autorizan mutuamente a ejercer la tiranía desde orillas diferentes, negando la posibilidad de crear genuinas democracias en Latinoamérica. Hablan sobre lo divino y lo terreno convencidos de beber el cáliz de la verdad. Mueven fichas, instigan elecciones y van convirtiendo las parcelas del Estado que había redistribuido el poder para un sano equilibrio, para volverlo único y afecto a su causa.
Niegan el principio de la alternancia en el poder como esencia de la democracia y adhieren a su persona los fines, principios y aspiraciones del Estado. Velada o abiertamente propalan la especie de que sin ellos, los fines, principios y aspiraciones de la Nación están amenazados y por lo tanto es imprescindible su perpetuidad en el poder.
Críticos acervos que hemos sido los latinoamericanos de los gringos, pero una vez más dan una lección de democracia, ungiendo un primer negro en la cúspide del poder, y relevando un gobierno arbitrario e ineficaz como el de Bush. Lo que no sabemos hacer aquí en Latinoamérica, remendando condones, cuando el sentido común y el buen gusto recomienda cambiarlos después de una buena o mala faena.
*Docente Unillanos
Para la fecha en que uno de los peores presidentes de los Estado Unidos tiene el decoro de bajarse del bush y hacer relevo de poder con el primer negro (medio negro) que será presidente de los EUA, para culminar una lucha de doscientos años por los derechos humanos y la igualdad de los seres humanos, tres presidentes en Latinoamérica se aferran al poder con argucias reeleccionistas: Uribe, Chávez y Correa.
Los dos primeros son alumnos aventajados y el tercero, Correa, es un idiota que los secunda bajo la férula indicativa de Chávez. Pero aún dentro de ellos, Uribe saca ventaja, por ser el más sincero a la hora de mentir. Habla con el corazón en la mano para perpetrar las afirmaciones más mendaces frente a un pueblo intonso e ignorante, y sabe callar, ocultar y sesgar los escándalos más procaces que han salpicado su gobierno.
A Chávez le queda difícil ocultar un corazón de chafarote, autoritario y rústico, pero ha sido hábil para cultivar alianzas en la región, y tal vez… tal vez… tenga un sentido de pueblo genuino. Pero no deja de ser un cultor de su propio ego, al igual que Uribe, y un silenciador de todas las opiniones que lo contradigan. La aspiración de ambos de crear un partido único o varios en convergencia a su persona, como ha sido el caso de Uribe, los pone en la senda de un unitarismo caduco y vencido en otras latitudes.
Uno al otro se refuerzan y se justifican en sus pretensiones reeleccionistas, y se autorizan mutuamente a ejercer la tiranía desde orillas diferentes, negando la posibilidad de crear genuinas democracias en Latinoamérica. Hablan sobre lo divino y lo terreno convencidos de beber el cáliz de la verdad. Mueven fichas, instigan elecciones y van convirtiendo las parcelas del Estado que había redistribuido el poder para un sano equilibrio, para volverlo único y afecto a su causa.
Niegan el principio de la alternancia en el poder como esencia de la democracia y adhieren a su persona los fines, principios y aspiraciones del Estado. Velada o abiertamente propalan la especie de que sin ellos, los fines, principios y aspiraciones de la Nación están amenazados y por lo tanto es imprescindible su perpetuidad en el poder.
Críticos acervos que hemos sido los latinoamericanos de los gringos, pero una vez más dan una lección de democracia, ungiendo un primer negro en la cúspide del poder, y relevando un gobierno arbitrario e ineficaz como el de Bush. Lo que no sabemos hacer aquí en Latinoamérica, remendando condones, cuando el sentido común y el buen gusto recomienda cambiarlos después de una buena o mala faena.
*Docente Unillanos
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