sábado, junio 09, 2012

La voz propia, el registro personal (II)


Si no tenemos voz propia o registro personal significa que apenas prestamos nuestra boca a la voz de otros. Simplemente repetimos sin estilo las letanías de izquierda, las doctrinas de derecha o las instrucciones del catecismo.

El aforismo griego de “Conócete a ti mismo” allana el camino para hallar la voz propia. No se puede hablar en nombre propio sin habernos detenido en ello. La frase,  sienta un precepto obvio; sin embargo, es difícil de lograr. El yerro, tiene una fuente inagotable en la falta de saber sobre nosotros mismos, la instancia más inmediata y con la que convivimos a diario. Estamos muy ocupados en los otros, en oír a los demás. Un destino jugado, una decisión trascendente para nuestras vidas, puede caer del lado de la ilusión de lo que no somos.

La voz propia, como toda realización de sonido, viene de la capacidad de escuchar, de captarnos interiormente. Falta silencio a nuestro alrededor y hay demasiado afán. Los escritores, los que lo han logrado, suelen aislarse para producir su obra. Y se dan el tiempo. En el peor de los casos, han sido aislados a la fuerza. Pero con afortunados resultados.

Casi siempre, por cobardía, miedo o inseguridad, preferimos adherir a la voz de otros, antes que confiar en el eco vacilante en un principio pero certero que anida en el rescoldo de nuestras intuiciones.

La voz propia no es grito  ni imposición, es capacidad para ser persistentes así se hable en susurro; ser razonables y coherentes con nosotros mismos a costa de las presiones. Sin embargo, otras voces, algunas a gritos, han ahogado nuestra voz desde niños: la escuela manda callar, la edad es esgrimida para silenciar, la experiencia, el saber de los mayores, y otra suerte de sofismas manda el silencio en torno al orador.

Pueblos enteros han sido arrastrados cuando sucumben a la voz de uno solo, que niega el diálogo, voz alterna y constructora, reguladora, enriquecedora, creadora, plural.
Si alguien cantó y logró un registro único y personal, no se lo puede seguir, sino a costa de nosotros mismos. Gogol en Rusia, García Márquez, en nuestro caso, por falta de cuidado y distancia de los que los amaron, ha ahogado la voz de jóvenes que prometían entonar. No se logra ser sino rebelándose, resistiendo, formulando una nueva propuesta. No es fácil, las primeras notas, pueden ser graznidos, no sabemos reconocerlas. Lo único es persistir, así parezca diferente. Con el tiempo, puede ser el más feliz hallazgo, nuestra propia voz, revelación de nosotros mismos. Valiente disgregación del coro, apartamiento lúcido y fe en nosotros mismos.

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